Rogelio Velasco
Simplificación administrativa
Pamplona | Segundo festejo de sanfermines
Plaza de toros Monumental de Pamplona. Ganadería: Seis toros de La Palmosilla muy desigual de presentación y con dos toros buenos, primero y sexto, y un cuarto feo de hechuras y de poco juego. Toreros: Diego Urdiales, de verde y oro, silencio y aplausos. Fernando Adrián, de blanco y plata, ovación y oreja. Borja Jiménez, de berenjena y oro, ovación y dos orejas que le llevaron a la enfermería. Cuadrillas: Destacaron a pie Marcos Prieto, Vicente Varela y José Luis Barrero; a caballo, Manuel Burgos, José Antonio Barroso y Alberto Sandoval. Incidencias: Tarde primaveral y cartel de "no hay billetes". El sexto toro cogió al entrar a matar a Borja Jiménez, siendo operado en la enfermería de una cornada grave en el muslo derecho.
Empezaban las corridas de toros de los sanfermines y apenas habían pasado cosas hasta que salió Capitán, un negro bragado de La Palmosilla que iba a ser colaborador principalísimo del momento cumbre de la tarde. Fue la cumbre de una tarde que no iba a pasar a la historia en la que tuvo mucho que ver el juego de los toros y eso que ya el primero dejó entrever muy buenas vibraciones como colaborador de una formidable faena de Diego Urdiales. Pero en un espectáculo en que se muere de verdad, cuando un torero lanza al aire la moneda de su propia vida, aquello cobra un sentido excepcional.
Primera corrida de estos sanfermines y lección magistral de Diego Urdiales con el toro que abría la tarde, que atendía por Gallardío y que halló la horma de su zapato en los avíos de Urdiales, ese riojano que bien podría haber nacido en la Puerta Osario. El toro salió abanto, desentendiéndose de cualquier asunto que no fuese corretear camino de ninguna parte. Eso derivó a una sesión de múltiples capotazos tras un puyazo largo que le hizo sangrar en demasía. Urdiales brindó al Cielo y daba gusto ver cómo se salía hasta los medios andándole a un animal que mejoraba por momentos. Mejoraba el toro en las manos de Diego, que lo había metido definitivamente en el canasto. Naturalidad en los redondos y rotundidad en unos naturales largos y plenos de pureza. Era una faena extraordinaria que Diego iba a empañar con los aceros. Un pinchazo arriba, una estocada y un sinfín de golpes de verduguillo que dejaron el premio de las dos orejas en un silencio con el añadido de la canción Una chica ye yé que en Pamplona no pasa de moda. En el cuarto de la tarde, el toro de la merienda y en el que tienen más importancia las pochas o el bacalao ajo arriero que los lances y los muletazos. Urdiales muy por encima de Escandaloso, pero en los tendidos corrían alcohol y viandas, por lo que cuando se lo quita de encima de gran estocada, no se pasa de unos aplausos que el riojano atiende desde la boca del burladero.
Debutaba en Pamplona el madrileño Fernando Adrián, un torero emergente que no está encontrando el apoyo empresarial al que se ha hecho merecedor. Vestido muy en consonancia con el blanquirrojo atavío sanferminero, estuvo intenso y muy decidido toda la tarde. Mientras cantaban El Rey, el torero dio un recital de faroles genuflexo a Papelón, un cinqueño castaño que promete de salida más de lo que luego dio en la muleta. Brindó a la plaza y quiso mucho ante un toro que no transmitía y no pasó nada. En el quinto salió a revienta calderas y tras un pase cambiado en los medios, aquello tomó aire. Muy dispuesto el torero y sacándole los naturales de uno en uno, Adrián le recetaba a Chistoso una estocada desprendida para una muerte espectacular que influiría en el corte de una oreja que el madrileño paseó ufano mientras Borja Jiménez apretaba los dientes en el callejón.
Y así salió el de Espartinas que ya se había ido a portagayola en su primero, un castaño llamado Ilustrado que estaría muy por debajo de su matador. La traca estaba esperando su turno y su turno era lo que Borja y Capitán fuesen capaces de desarrollar en el fin de fiesta. Era con sus 630 kilos de carne y osamenta el toro de más romana de la corrida y ahí tenía Borja la posibilidad de ganar la partida y agrandar su horizonte. Por lo pronto, lo cuida en el caballo y el inicio de faena es una especie de declaración de intenciones que marcará el desarrollo de su labor. Se va a los medios y se arrodilla pata cuajar una impresionante tanda de redondos que ponen a crujir los tendidos. El toro tiene nobleza en sus embestidas y Borja va exprimiéndolo ora en redondos y luego al natural. El toro va claudicando y entonces tiene en cuenta el torero que está en Pamplona y opta por ese toreo de cercanías que tanto gusta ahí. Y con las dos orejas conquistadas, Borja pincha arriba y en vez de afligirse, se enrabieta y se tira a morir matando en el hoyo de las agujas del toro. Y la verdad de una fiesta en que se muere de verdad hizo que Borja cambiase la gloria de la puerta grande por la de la enfermería.
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