Los viajes que fuimos

Con tono elegíaco, pero no del todo desesperanzado , Ricardo Martínez Llorca reflexiona sobre la ética del viaje.

Ricardo Martínez Llorca.

La ficha

Tal vez viajar. Ricardo Martínez Llorca. La Huerta Grande. 262 páginas. 17 euros

Por Fernando Pessoa y su Libro del desasosiego supimos que los viajes son los viajeros y que lo que vemos no es más que lo que somos. El viaje nos habita, sea a través del desierto de Atacama o asomados a la vastedad sin horizonte de un espejo, donde el rostro es lo ya consabido: una inconcreción de rutas y mapas.

Tal vez viajar no es un cuaderno de viajes al uso. Ricardo Martínez Llorca (Salamanca, 1966) es escritor y avezado viajero. Lo que nos propone en esta gavilla de ensayos es más bien una reflexión sobre la ética del viaje y, por ende, sobre la condición de ser uno un viajero. Corren tiempos hostiles para viajar como antaño. El turismo abrasivo, los ridículos programas aventureros de la tele y la carcoma de las redes sociales han pervertido el viaje como escala y escuela para el aprendizaje, el autoconocimiento y la lentitud.

Muchos de los textos aquí recogidos tratan sobre la pandemia que no cesa más allá del covid: el turismo. Creímos haber aprendido la lección y que un nuevo ciclo calmo y mesurado nos haría parar para repensarnos en el mundo. No fuimos ilusos sino idiotas. El autor recoge una cita demoledora de Lawrence Osborne, recogida en su libro El turista desnudo: “El mundo es una instalación turística y el desagradable sabor a simulacro se eterniza en la boca”. Ya no hay atardeceres sobre el mar, sino combustiones de soles color mango para encanto de parejas amarteladas. No existen paisajes anhelados sino paisajes consumidos. La contemplación ha cedido al escrutinio.

Tal vez viajar tiene mucho de lamento y de homenaje por lo perdido. Pero también, más allá de la elegía, nos invita a superar los códigos del turismo, pero a sabiendas de que quizá nunca fuimos viajeros y sí turistas, aunque creímos ser lo primero. ¿Cultura del hombre o naturaleza? ¿Orden natural o civilización? Dijo W. H. Auden que ninguna cultura es mejor que sus bosques. Y tiene razón Martínez Llorca cuando dice que “no es más cultura la obra de Andy Warhol que los vuelos de los azulillos índigo”.

Pese a todo el destrozo, aún nos queda algo de esperanza. Educar la mirada con buenos sentimientos aún es posible. Incluso sobre el entorno más cercano, sucio o feo que nos rodea, como hacía Marcovaldo, el personaje de Italo Calvino, que se extasiaba observando cáfilas de hormigas por las aceras de hormigón. Uno quisiera ser como Marcovaldo.

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