Tiempo de cuaresma pop

La tribuna

11808629 2025-04-11
Tiempo de cuaresma pop

La ceniza que al inicio de la cuaresma se impone en la frente del creyente no es la ceniza de los muertos. Contrariamente a lo que uno podría descifrar, la ceniza llama a la vida y recuerda al hombre que ha de morir para resucitar: Memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris (“Recuerda, hombre, que eres polvo y al polvo volverás”). El polvo ceniciento procede de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. Son las que se queman en la posterior Vigilia Pascual que lleva, a su vez, a la Resurrección y al pabilo de la luz eterna.

Bajo el ciclo mundano de los días, el paso del tiempo está hecho de esa misma tizne gris que se le impone al católico en la frente para recordarle, también, que todo, y salvo funesta precipitación, discurre hora tras hora hacia la lenta consunción de la carne. Para el creyente es tiempo de ayuno, oración y penitencia, en recuerdo de los 40 días en los que Jesús fue tentado en el desierto de Judea (Mateo 4:11) y, también, de los 40 días de prueba que sufrieron Moisés en el Sinaí (Exodo 24:18) y Elías en el antiguo Monte Horeb (1 Reyes 19:8).

La Semana Santa nos llama ya con tambores y cornetas virtuosas, pero el inicio de la cuaresma tuvo este año un momento tenebroso. Marco Rubio, el secretario de Estado elegido por Trump, apareció en una entrevista para la Fox con una impresionante marca gris en la frente, señal de que ese día era Miércoles de Ceniza y él (católico, luego mormón y ahora otra vez católico) había cumplido con el rito. Habló de Ucrania y de la infamia que el zanahorio color naranja de su jefe pretende crear en Gaza. Con lúgubre armonía, el siniestro portavoz lucía su siniestra marca en la frente. Es la manera en la que quienes se toman por creyentes, como muchos de los que aquí votan a Vox, conciben y pervierten el mensaje de Jesús, tan revolucionario, sencillo y críptico a la vez. De ahí la prédica del tenebrismo y, en el caso español, el deseo de querer volver a las casullas del nacional catolicismo.

La cuaresma contemplativa nos permite hoy vías alternas para la introspección, incluida la vía pop. Sobe la catedral de Plasencia, el artista Jesús M. Brea ha instalado un impresionante mural de arte callejero basado en el Descendimiento de Jesús. Se observa, en primer término, la hendidura de la lanzada en el costado de Cristo. Por debajo de la herida asoman dos manos que soportan el peso del cuerpo exangüe. El busto prestado responde al del hermano del propio artista, mientras que las manos son las de su mismo padre.

Dice su creador que se ha inspirado en el Descendimiento de Caravaggio, con su clásico y violento claroscuro, en el que Cristo muerto es colocado por Juan y Nicodemo sobre la Piedra de Unción, que es la piedra tumbal que cerrará el sepulcro, mientras alrededor aparecen la Virgen, María Magdalena y María de Cleofás, la que alza los brazos y mira al cielo con alto dramatismo. De la tela del Merisi, el artista placentino ha agrandado la parte del costado de Jesús y las manos de Juan y de Nicodemo, aunque el Cristo de Caravaggio no muestra la raja sangrante y sí el torso entre cerúleo y a la vez luminoso. El pecho cristífero del hermano del artista muestra su mancha velluda, lo que hace resaltar el naturalismo de la carne que envolvió al misterioso escándalo de la cruz.

El mural de la catedral de Plasencia sirve ahora como cartel promocional para su Semana Santa (se quiere ayudar a que sea declarada fiesta de Interés Turístico Nacional). De momento, la obra ha recibido el premio a la mejor intervención callejera del mundo por parte de la plataforma Street Art Cities (mes a mes se elige una obra). No estaría mal probar a atravesar el habitáculo interior de la cuaresma, observando el mural y escuchando, de paso, el místico y porrero Jesucristo García de Extremoduro, que es lo que ha de sonar estando uno en Plasencia.

Me pregunto si algún chaval de instituto que vea el mural, cara a algún examen al respecto, llamaría a este Descendimiento pop como “Navajazo de hombre muerto al salir de una discoteca”. Es lo que recordaba Ana Iris Simón en El País, cuando contaba la anécdota de la Piedad de Miguel Ángel que una profesora había puesto en un examen y que un alumno llamó así: “Señora con hijo muerto en los brazos”. Aunque ilustre ignorante, a mí el título del zangolotino me parece una obra maestra. Ana Iris Simón señalaba cómo tantas generaciones como la suya, educadas en el laicismo más resentido (y no sin razón), lo ignoran todo sobre iconografía religiosa y, en suma, sobre la historia y la cultura de la humanidad. La amputación cultural parece ya irreparable.

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