El Guadalquivir, territorio comanche

La tribuna

11360532 2025-03-17
El Guadalquivir, territorio comanche

17 de marzo 2025 - 03:09

En ciertos momentos de su historia el Guadalquivir ha sido un río salvaje, un cauce que espejea las tragedias, un escenario de violencia y picaresca. Es como la aorta de Andalucía donde reposa el corazón de la memoria. Un lugar en movimiento donde se pueden leer las crónicas de los orígenes, las fundaciones míticas, los relatos geológicos y la intrahistoria mínima.

En las noticias urgentes de todos los días vemos las nuevas historias fluviales del río viejo con ese mercadeo violento del tráfico de drogas. El Guadalquivir asiste a uno de sus más ingratos episodios con las narcolanchas remontando su cauce. Desde el lecho antiquísimo se ven las carreras de vértigo, la velocidad con la que navegan los encargados de transportar la droga. Un recorrido a medias entre la audacia de una prueba deportiva y un punto de exhibición y soberbia. Los traficantes saben que los miran con asombro y pánico desde las orillas. Y conocen que sus hazañas se captan con los móviles para ser pasto de las noticias virales. Tienen público y no quieren defraudar.

Las estampas son cada vez más osadas. No hay enemigos pues la policía compite con barcazas de goma en una guerra desigual. Una naumaquia ridícula que a veces termina en tragedia, como ocurrió el año pasado con los agentes de la Guardia Civil asesinados en Barbate. También recordamos escenas de traficantes llegando con tranquilidad a la playa y descargando los fardos como quien deja la sombrilla y las toallas para pasar una agradable jornada veraniega. Ahora tenemos todo un álbum de sorprendentes imágenes del narcotráfico en el Guadalquivir: las carreras de competición, las persecuciones peliculeras, la descarga en los muelles de la droga, las riberas convertidas con normalidad en itinerario de mercancías. Los antiguos paisajes fluviales con molinos de agua, riegos para el cultivo y pescadores de ribera van desapareciendo para transformarse en pista del negocio de la droga. Y todo con total normalidad.

Es curioso porque el Guadalquivir también guarda una historia antigua de picaresca y delito. Es un río tan viejo que nos devuelve las mismas estampas pero sucedidas hace siglos. El Guadalquivir fue escenario histórico de la corrupción y el fraude cuando llegaban las flotas de las Indias cargadas de oro, plata y mercancías preciosas. A la altura de la barra de Sanlúcar, en su desembocadura, encallaban algunas naves a causa de la colmatación del lecho y el tonelaje de los navíos. Era entonces cuando se producían las escenas de contrabando, porque anidaban bravucones en sus riberas.

Con los años, el río había ido perdiendo calado por los sedimentos aluviales y la acumulación de restos de barcos hundidos, lastres y mercancías que se arrojaban para aligerar el peso de las naves. Por eso había puntos negros, auténticos cementerios navales como ocurría en la zona del Naranjal, San Juan de Aznalfarache, los Pilones de Albayle, Salmedina y la temida barra de Sanlúcar. Precisamente, esa fue la razón –entre muchas otras– de que el monopolio comercial con las Indias se trasladara de Sevilla a Cádiz por estar abierta al mar y sin la complicada travesía del Guadalquivir.

En esas arribadas forzosas de las galeras había que hacer descargas parciales de las mercancías, que eran trasladadas a Sevilla en embarcaciones más pequeñas. Y ahí se iban perdiendo las barras de plata y de oro. Esto terminó convirtiéndose en algo natural de forma que se creó todo un entramado de picaresca, artimañas de los peruleros y operaciones clandestinas que se escondían tras la gran historia de la navegación. Los sobornos conseguían burlar la vigilancia oficial de los cargamentos que aparentemente estaban controlados por toda la burocracia del mercadeo con las Indias.

Lejos queda ya la historia de aquellos jaques, tahúres y gente de mala ralea que robaban el banquete de ultramar. Pero el Guadalquivir sigue siendo escenario de otra picaresca que en realidad es crimen feroz y cruel. Ahora los señores de la droga están rozando la frontera para convertirse en héroes para algunos. Y, de la misma forma que en América nació el género del narcorrido –ese subgénero de la canción popular donde se cuentan las epopeyas de los traficante– en las orillas del Guadalquivir, tan dadas a la inspiración de músicas y romances, está a punto de componerse un nuevo cancionero. Después de las carreras fluviales y la exhibición del poder sólo falta que comiencen a cantarse en las orillas del Guadalquivir las coplillas del narco. Un romance de valentía y tragedia con olor a soplo de mareas y aroma de albures.

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