Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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En un sistema democrático la oposición está apartada de las labores de gobierno, pero no por ello deja de tener una responsabilidad institucional de la máxima importancia, que se basa en garantizar el normal desenvolvimiento de la vida política y en presentar un modelo alternativo de sociedad que pueda tener refrendo en las urnas. Es algo que con demasiada frecuencia parece olvidar el Partido Popular en la esfera nacional y que cada vez se puede observar con mayor intensidad por parte del PSOE en la política andaluza. El pasado jueves se discutió y votó en el Parlamento regional una peregrina propuesta de Adelante Andalucía, grupo residual de lo que un día fue el conglomerado de Podemos, en la que se pedía la declaración de persona no grata para el rey Juan Carlos. La cuestión no hubiera pasado de ser una muestra más del histrionismo radical de la extrema izquierda si no fuera porque el PSOE se abstuvo. La iniciativa quedó rechazada con los votos en contra del Partido Popular y de Vox. El hecho de que el principal partido de la oposición y el que gobernó Andalucía durante los primeros 36 años de autonomía no expresara una clara condena a tan exótica iniciativa es una muestra más de la pérdida de identidad de los socialistas andaluces y de su progresiva desconexión con la sociedad. Juan Espadas tiene la suficiente experiencia y peso político para saber que en un caso como este una abstención no es otra cosa que dar pábulo a una cuestión que no debería de haber entrado nunca en el orden del día de una sesión de la Cámara andaluza. Una vez más el PSOE ha olvidado que los andaluces lo han colocado en la oposición para afrontar un periodo de regeneración, pero también para cumplir una función institucional que no es delegable.
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