La inmigración como problema

El último barómetro del CIS, correspondiente al mes de septiembre, refleja que la inmigración es el principal problema para el 30,4% de los encuestados, 19 puntos más que la última encuesta que se publicó en junio. Entonces, la primera preocupación para los españoles era el paro y la segunda la política en general. Este espinoso asunto conserva su destacada posición en este nuevo muestreo, con más de un 20% de respuestas afirmativas de los 4.027 entrevistados. Pero mejor aplicar la cautela en los análisis. Hace apenas dos meses el acceso a la vivienda se asomaba a este estudio demoscópico como el segundo gran desafío que debía afrontar el país. Ahora desciende al sexto puesto. Y no hay razón objetiva para defender que este crucial asunto se ha logrado encauzar. Además, cuando se pregunta directamente a los ciudadanos por las cuestiones que le atañen personalmente, la inmigración baja al quinto lugar de su escalafón. Pero más allá de que estamos ante la principal bandera que agitan los grupos populistas y extremistas, el aviso del barómetro merece una seria atención. La opinión pública no puede ser inmune a las imágenes de Canarias de este verano, con la constante llegada de pateras y un aumento del 126% de las entradas irregulares. O lo que sucede en la frontera con Ceuta. Tampoco a la decisión alemana de endurecer su respuesta al restringir el espacio Schengen de libre circulación de personas entre países de la UE. También con el trasfondo de frenar el avance de las fuerzas de ultraderecha. Por eso a los partidos de estado en España habría que exigirles más seriedad. Ni una gira de final de verano por Senegal, Mauritania y Gambia con proclamas imposibles ni una visita de culto a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. La inmigración es un problema en el país, pero a la vez la solución para asegurar su crecimiento económico.