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Los escuderos de Juan Espadas quieren creer que los socialistas han mejorado en intención de voto, aunque el PP apenas acuse el desgaste tras dos años de mayoría absoluta. La posición del líder del PSOE andaluz es tan frágil que recuerda a la de Zapatero cuando le llamaban Bambi. No sólo le culpan de la debacle en Andalucía, le achacan hasta la derrota en las europeas, pese a que no fue el único en morder el polvo. Como Espadas, pocos barones socialistas recuerdan la última victoria –gracias en parte a Pedro Sánchez– pero nadie les señala. Así de grande es Andalucía para el PSOE. A Espadas le critican porque no araña al PP, entre otras razones, por su papelón en el Senado, donde le toca defender unas políticas territoriales que no se comparten en su tierra. Hay que admitirlo. Tampoco le ayudan los enemigos íntimos que ignoran que la prudencia, como diría Rafael Escuredo, es el templo de la sabiduría. Ahora se les ha ocurrido a varios notables partirse la camisa para demostrar quién dio más por Chaves y Griñán en su día, cuando la mayoría se lavó las manos. Al parecer ya vale todo, porque los críticos entienden que a Espadas se le agota el crédito y que sólo falta elegir al sustituto y ponerle fecha cuando decida Pedro Sánchez, naturalmente. Los leales del líder andaluz, en cambio, no sólo insisten en que han mejorado las expectativas del partido, sino que no ven una alternativa real avalada por Madrid. Es cierto que los congresos se hacen de arriba hacia abajo. Y si Ferraz apoyara a Espadas (bastaría un triste tuit) nadie movería un dedo. Pero deja correr la sangre y el baile ha empezado. En el comité director le dieron la espalda hasta los que no estaban en el guión. Sólo hablaron a favor de Espadas dos secretarios provinciales. Y cansado de escuchar lecciones de quienes perdieron la Junta, les dio donde más duele, recordando que ellos establecieron el cortafuegos ante Chaves y compañía para mantenerse a flote. Como un resorte, los susanistas saltaron pidiendo guerra.
El líder del PSOE de Sevilla, Javier Fernández, sentado en primera fila, es visto como alternativa para liderar al partido casi sin querer. El alcalde de La Rinconada preside la Diputación de Sevilla y es el socialista con más poder institucional en Andalucía. Si Espadas defiende una línea continuista, él encarnaría un nuevo PSOE. Pero con su actitud invasiva, Ferraz no ayuda al debate. Al lanzar el nombre del diputado jiennense Juanfran Serrano –al que Sánchez propuso como adjunto a Santos Cerdán– la tensión y el cabreo se apoderan de la escena: “¿Juanfran? ¿Quién es Juanfran? ¿Madrid se atrevería a tutelar el proceso en Cataluña?”. Muchos socialistas andaluces no están dispuestos a tragar, pero un solo paso en falso arruinaría la carrera de cualquiera. Las dudas juegan a favor de Espadas, aunque el espíritu de Bambi se pasee por la sede del partido y algunos vean su futuro sombrío como el de una urta fuera del agua. Ya veremos.
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