La ciudad y los días
Carlos Colón
¿Uno de los mejores momentos?
Coincide que un mismo día de la primera quincena de septiembre, me llegan dos noticias referentes a la vivienda. La primera dice que España está a la cola de la Unión Europea en cuanto al número de viviendas sociales, con tan solo un 2,5% de su parque con respecto a las construcciones del país, frente al, por ejemplo, 30% de Holanda (sí, he dicho Holanda ¿Qué pasa?), el 24% de Austria o el 20% de Dinamarca. Esto en una nación, España, con un Gobierno social-comunista que presume de “progresista” y defensor de las clases más necesitadas.
Por otra parte, en esa deriva histérica de la ahora llamada “memoria democrática”, la ocurrencia del Ayuntamiento del sevillano pueblo de Camas (PSOE) de quitarle el nombre a la barriada de Coca de la Piñera, por llevar el apellido de un gobernador civil de la provincia que ejerció su cargo en ese periodo de nuestra historia tan ignominioso para nuestros millonarios de izquierdas que fue la España desde la posguerra hasta prácticamente nuestros días. Mientras el golpista, asesino y ladrón Indalecio Prieto sigue manteniendo su plaza en la capital.
Ya sabemos que en la actualidad los problemas para los partidos de izquierda no son el paro, ni la vivienda, ni la sanidad, ni la enseñanza, cuestiones secundarias para el progreso de un país cuyos esfuerzos deben de priorizar cuestiones más importantes, como la complicidad con las grandes fortunas de las energías renovables que están destrozando el campo español, y sus folclóricas políticas de género, contra la agricultura y ganadería, antitaurinas, pro emigración clandestina, etc.
Si por ellos fuera, la población sevillana de algunos barrios seguiría viviendo en corrales de vecinos (“esas joyas de nuestra etnografía”) con familias hacinadas en una habitación . En lugar de eso, gobernadores civiles y alcaldes fascistas, se empeñaron en sacar a la gente de esas reliquias tradicionales y meterlas en modernos pisos (eso sí, “baratos y de mala calidad”) con cocina propia, cuartos de baños con ducha y varios dormitorios. Menos mal que algunos de los democráticos vecinos actuales están empeñados en votar la desaparición de esas ignominiosas plaquitas que en los portales señalaban que el bloque había sido construido por el fascista Instituto Nacional de la Vivienda, con su logo de la casita y las cinco flechas.
Deberían derribar todos los pisos, todos los bloques de viviendas del Polígono de San Pablo, del Tiro de Línea, de las barriadas de El Tardón, San Gonzalo, Pío XII, La Candelaria, etc., etc. Y todas aquellas familias y sus descendientes que se criaron en esos barrios, cuyos padres se colocaron en Elcano, Abengoa, Sevillana de Electricidad, Tabacalera, Construcciones Aeronáuticas, Cruzcampo, Renault y un largo etcétera, tendrían que avergonzarse de haber vivido en pisos franquistas y no haberse quedado en las chabolas y corrales de vecinos donde se criaron sus afortunados ancestros, padeciendo miseria, plagas, suciedad y riadas.
El bonito barrio de Coca de la Piñera, allá en la colina del Carambolo, donde ya vivían sevillanos miles de años antes de que naciera el alcalde de Camas y que se entretenían en hacer tesoros dorados para estar escondidos ahora. Con sus casitas unifamiliares de dos plantas, con patio, con bonitos naranjos por las calles, al fin se ha librado del vergonzoso nombre de aquel fascista de San Fernando (Cádiz) que, por cierto, fue destituido por Franco de su cargo.
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