César Romero

La vida sigue igual

04 de abril 2025 - 03:08

No, esto no trata de Julio Iglesias, a raíz del último libro escrito sobre él, que varios escritores que dicen no soportar a Julio Iglesias han leído y alabado hasta la saciedad, demostrando una vez más que los españoles, por un amigo, son capaces de hacer los mayores sacrificios. Sobre alguien que deteste, no sé, Raphael, por ejemplo, sería incapaz de leer un libro, así lo escribiera Eduardo Jordá o Antonio Rivero Taravillo (Dios no lo quiera, ni las musas lo permitan). Se trata de la serie Adolescencia, de la que todo el mundo habla, que tanto ha impactado, no ya por su factura técnica, en un plano secuencia que es todo un alarde que muestra la destreza de sus autores, o por la asombrosa interpretación del chaval que la protagoniza, sobresaliente en un elenco que, con sobria solvencia, hace creíble la trama, sino por las cosas que en ella pasan y que muchos impactados adultos no dejan de comentar.

¿De verdad creen tanta madura cariacontecida, tanto viejo demudado que un adolescente de 2025 en nada se parece a uno de 1985, pongamos por caso? Hagan memoria: ¿qué adolescente contaba en su casa, con pelos y señales, lo que hacía desde que cerraba la puerta al salir hasta que volvía? Los padres de un antiguo compañero se enteraron de que su hijo conducía motos cuando se estrelló contra un coche estacionado una noche de parranda, sin daños graves. Cuántos padres actuales, asustadizos, dicen que ahora hay más peligros, que si las redes sociales, que si la violencia. ¿De verdad han olvidado los riesgos de su adolescencia? ¿No recuerdan las alertas sociales, por las drogas, por el sida? ¿Han olvidado a aquel amigo que atracaron y apalearon una madrugada, volviendo a casa, o a aquella vecina joven que atemorizaron una tarde en el jardín cercano a su edificio? ¿Ahora hay peligros y antes no? ¿O es que ahora son padres y antes no?

Y lo del 80/20, esa regla que ha dejado ojipláticos a no pocos espectadores ya con presbicia. Los chavales de la serie dicen que el 80% de las mujeres se fija sólo en un 20% de los hombres. ¡Qué novedad! Siempre fue así: un porcentaje mínimo de hombres, de mujeres, atraían a las mujeres, a los hombres, y el resto parecía no existir y se moría de envidia de ese 20%. Pasaba en las fiestas, en clase, en las discotecas. Los mismos, las mismas, se llevaban de calle a quien quisieran, y los demás a mirar, a emborracharse, a quedarse con los despojos. ¿Cuándo fue distinto? Así ha sido siempre: hay quienes nacen con tal don y son envidiados, sobre todo a esa edad de revolución hormonal permanente.

Adolescencia es una serie magnífica, pero no descubre nada nuevo. Los padres suelen saber poco de sus hijos adolescentes. Los adolescentes sufren al descubrir que sólo unos pocos llevan hacia sí (seducen, etimológicamente) a los demás. Y la vida es una selva llena de peligros acechantes. Los salvajes ahora van vestidos, sí, aunque eso no los vuelva a todos civilizados.

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