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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
DEVOLVER AL REMITENTE
El cielo se abrió en Valencia la tarde noche del pasado martes y desató el diluvio universal. La DANA (otrora gota fría) más diabólica de los últimos tiempos causando una de las catástrofes más espeluznantes con más de 200 fallecidos y otros tantos desaparecidos y una desoladora imagen de devastación total en el levante español.
Uno no deja de preguntarse cómo es posible. Con todos los sistemas de detección actual, como todo lo que era susceptible de fallar, fallara en el peor momento. Como nadie fue capaz de intervenir de manera decidida, tomar el mando de la situación y evitar tamaño desastre. Es cierto que ante semejante temporal, poco o nada puede hacer el hombre para detener las fuerzas desatadas de la naturaleza. Pero siempre se podían haber tomado medidas de anticipación que seguro hubieran salvado decenas de vidas.
Y como casi siempre, no faltan las alimañas carroñeras dispuestas a sacar su tajada de la tragedia. Políticos y exaltados de RRSS que no pierden la ocasión para tratar de arrimar el ascua a su sardina o sacudir sus vergüenzas sobre el rival. Desde un Gobierno que priorizaba el reparto del pastel de la televisión pública con sus sospechosos habituales socios de gobierno hasta un presidente autonómico que no supo, no quiso o no pudo reaccionar. Unos y otros, todos juntos, sin importar el color de sus siglas ni su ideología, han estado en ningún momento a la altura de la gravedad de la situación.
Asco. Asco infinito. Asco, vergüenza ajena, rubor, rabia e impotencia general contenida viendo como ante la peor tragedia de nuestro país no hay nadie al volante. Nadie capaz de asumir el mando de la situación. Solo oportunistas y charlatanes pensando más en cómo defender su parcelita de poder que en arrimar el hombro y sacar adelante la situación. Es llamativo que en las primeras horas de la tragedia, fuera más operativa la sociedad civil, organizándose por Twitter para enviar ayuda que los Gobiernos nacionales y autonómicos con todos sus medios y recursos.
Más nobleza en los voluntarios que en los políticos. Más solidaridad y más recursos a disposición de las víctimas de parte de particulares y empresarios, que han donado en horas millones de euros, que de los estamentos públicos sufragados con nuestros impuestos. Nuestros representantes, en su línea habitual, consideran que con discursos institucionales llenos de palabras huecas, cumplen con su obligación moral y política, envueltos en sus burbujas de cristal, cada vez más lejos de la realidad.
Palabras que se repiten tragedia tras tragedia. Lorca. La Palma. Valencia. El mismo discurso. Las mismas promesas que acaban en nada. Los mismos compromisos de reconstrucción y ayuda que años después en Murcia siguen esperando y que mantienen a los afectados del volcán canario en casas prefabricadas. Mientras, las administraciones se siguen llenando de asesores, consultores, amigotes y exconcejales colocados a sueldo, engordando cada vez más la burbuja de cristal.
Triste presente tiene el españolito de a pie. Negro panorama para quienes lo han perdido todo en Valencia. Nunca es mal momento para practicar en esta España la guerra civil como deporte nacional. No sé si nos merecemos lo que tenemos. Solo sé que, sin nadie que pilote esta nave, a veces, uno piensa que demasiado bien nos va.
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