Las dos orillas
José Joaquín León
Plataforma para las sillas
La primera reacción fue la del estupefacto: hay que tener poca vergüenza y el rostro de hormigón armado. Pero bien pensado, que hablen de La Revuelta como Servicio Público de la Comedia, al margen de la grandilocuencia y la prepotencia, más allá de la acrobacia semiótica, es un hallazgo de categoría. Ni el más afilado de los críticos del régimen hubiera llegado tan lejos para calificar al sanchismo, que no es sino un Servicio Público de Comedias (SPC). La comicidad de este Gobierno no tiene límites, lástima que Mariano Ozores, a punto de cumplir los 98 años, esté ya fuera de circulación para ponerle la guinda a su florida filmografía. La comicidad de un presidente del Gobierno que recibe a los diferentes líderes autonómicos para negarles las migajas, primero al de los andaluces, después al de los gallegos, como Alejandro Sawa buscando a Valle-Inclán. Y que a renglón seguido del esperpento, sin el menor disimulo, envía a su corresponsal áulico, ese diputado de la tercera fila de correligionarios apellidado SantosCerdán, a practicar la mendicidad ante el prófugo de los siete escaños en el despacho ignoto de algún hotel de Ginebra como esos que aparecen en las novelas de Joël Dicker. El príncipe se convierte en mendigo sin solución de continuidad. Si eso no es cómico, que venga Jardiel y lo vea. Una variante de Sé infiel y no mires con quién, la obra de John Chapman y Ray Cooney que llevó al cine Fernando Trueba. Otro rasgo de comicidad es el viaje a Nueva York del presidente del Gobierno para exponer en Naciones Unidas su plan de regeneración democrática. Es el nuevo Sandokán que ha inventado un mecanismo para detectar bulos y bacterias del fango en el ecosistema de la política. El comunismo anatemizó lo privado y sacralizó lo público y ese rescoldo ideológico nos sigue entreteniendo, aunque desde el poder se privatice lo público sin el menor pudor. Desde que Enrique VIII declaró la guerra al Papa de Roma y produjo un cisma en la Cristiandad para legitimar su coyunda con Ana Bolena, nunca antes se había emprendido una cruzada con tanto alarde y ditirambo en nombre de salvaguardar el honor patrio con la finalidad no declarada de silenciar, ocultar y desviar los desmanes de una cónyuge que recibía en la Moncloa al rector de la Complutense para que aprobaran la cátedra de una persona sin titulación universitaria. Como el Maestro Piñones. Servicio Público de Comedias. Entre Motos y Broncano, la nueva alternancia televisiva, remedo de Cánovas y Sagasta, de Suárez y González, de Laporta y Florentino, nos queda el recurso de La venganza de don Mando. Recibe en la Moncloa a su corte de pedigüeños y manda a su 007 particular a intentar convencer a Puigdemont de que no se ponga tan estupendo, que se deje querer un poquito por quienes tanto cariño le están demostrando. Servicio Público de la Comedia. Pedro Sánchez se baja del Falcon y se sube al 47 para estar con los desheredados que cogen el autobús del extrarradio. Por lo público, cueste lo que cueste. Las memorias de Mariano Ozores se titulaban Respetable Público. Ésta es la película que le faltaba. Santos Cerdán a Ginebra y su jefe a Nueva York.
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