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José Manuel Serrano
El veneno de la moción de Jaén
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Jaén/Julio Millán ha escrito en estos meses su particular manual de resistencia. Si el de Pedro Sánchez es una cátedra abierta que suma capítulos con un narrador omnisciente, el del líder de los socialistas jiennenses es conciso, más bien una hoja de instrucciones con un único punto: resistir.
En actitud quijotesca hizo propia la cita: “Dejando al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico de estas y de otras mayores dificultades”. El pensamiento, no obstante, es certero solo en parte, porque intervino en el relato político de los hechos con dos acciones de estrategia.
Una más liviana y orgánica como mantener un equipo de gobierno paralelo, públicamente activo y, en apariencia, cohesionado. Si no hubiera cuajado esta moción a fuego lento, con el discurrir del tiempo, las críticas hubieran aflorado a la plaza pública. Quizá tendríamos una candidata o, directamente, una alcaldesa socialista. Pero esa es una trama paralela que, de momento, no tiene desarrollo. Este presente atropellado jugó a favor de Millán.
Dice mucho del PSOE, no obstante, su capacidad para no dejar a soldado alguno atrás, ya sea líder sin rebaño, cargo medio sin puesto o periodista sin gabinete. Al PP, sin embargo, siempre le atormentan los fantasmas de las navidades pasadas, los caídos, los olvidados.
La segunda y definitiva acción estratégica fue inocular en el socio de gobierno, y oposición al tiempo, el veneno de la moción de censura con un ingrediente básico: condonación en todo o en parte de la deuda municipal. El PP de Moreno Bonilla ha sido incapaz de buscar un antídoto para el brebaje. Y avisado estaba porque las escaramuzas públicas previas obligaron a refrendar el pacto, un día sí y el otro, también.
Pendiente del ‘Acuerdo por Jaén’, no estaba un personaje secundario, estaba el consejero para todo, Antonio Sanz. El omnipresente Sanz, trasunto de un Zarrías 3.0, acuñó un buen eslogan: “Jaén está de moda”. Pero al lema propagandístico le faltó cocina de proximidad, productos de enjundia que encandilaran a la parroquia propia y a la apadrinada. No fue el caso y los presupuestos de la Junta fueron un bajonazo, una cerveza sin tapa, una sopa fría, un beso en la frente.
Así las cosas, Jaén Merece Más movió pieza, el ala más guerrillera volvió al monte a encontrarse con los emisarios socialistas, con los vértigos propios, calambres y las arritmias de haber catado la toxina. Y esta vez el PP no vio venir la andanada, confiado en sus cantos de sirena, en sus “guiños” a Jaén, por más que se divisara el fuego desde hacía meses.
La sigilosa puesta en escena, esta vez sí, fue jugada maestra para unos, afrenta en la cara al socio de gobierno y estocada certera a un alcalde, al que no se le escatimó el penar con un consejero en la puerta de casa y una presentación de San Antón en la que el PP quedó el último.
Agustín González ha sufrido en primera persona la soledad del corredor de fondo, como si la llegada al poder en Jaén fuera un espejismo, como si no hubiera estrategia alguna para mantener la pieza. El PP quiere contar con un partido fuerte en la provincia para alcanzar la Diputación Provincial, pero, inopinadamente, se dispara en el pie siempre que tiene ocasión. Así no hay quien salga de caza a un coto que sigue siendo privado.
Está por ver si a la receta de María Jesús Montero tiene verdadero sabor y, aunque se cite de forma apresurada a meritorios en campaña, como a Juanfra Serrano, a nadie se le escapa que el punto de cocción, cuando el caldo hace “chup, chup” ese tiene denominación de origen: Paco Reyes. Un maestro entre fogones.
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