Vaticanerías de tertulias

Las dos orillas

Todo el mundo en general se ha quedado desconcertado con la muerte del papa Francisco. Al dolor que origina en los católicos la muerte de un Papa, ya se añaden los comentarios y elucubraciones sobre quién será el próximo sucesor de Pedro. Y al ocurrir el óbito al inicio de la semana de Pascua, el desconcierto es máximo. Se han cambiado los guiones de las tertulias sevillanas. En vez de hablar de la Semana Santa, han aparecido vaticanistas hasta debajo de los adoquines de la calle Laraña. Ya opinan sobre los papables incluso personas medio ateas que no han ido a misa desde que hicieron la primera comunión. Y que ahora parece que conocen a los cardenales como si fueran de su familia.

Y, sin embargo, algunos no saben que el camarlengo, el cardenal irlandés Kevin J. Farrell, estuvo en Sevilla el pasado mes de diciembre en el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. Sí, en ese congreso que algunos dijeron que pasaría sin pena ni gloria, al que no vino el Papa, pero sí algunos de los altos jerarcas del Vaticano. El camarlengo, por ejemplo. El cardenal Farrell presentó una ponencia titulada Las hermandades: casa y escuela de vida cristiana, comunión y sinodalidad. Entre otras afirmaciones, dijo que “la Iglesia confía en las hermandades y espera mucho de ellas”. Muy comentada fue una recomendación suya, en el sentido de que el perdón debe estar presente en las hermandades y deberían ser como una familia.

También estuvo hace dos meses en Sevilla uno de los cardenales al que se cita como papable en algunas listas: el guineano Robert Sarah. Predicó la función principal de instituto de la Hermandad de la Quinta Angustia. En aquella ocasión no se le percibió como demasiado papable que digamos. Ni parece que vaya a ser elegido, salvando las determinaciones del Espíritu Santo, ya que ha cumplido 79 años, y no parece que se busque el perfil de un Papa africano de transición ya un poco pasado.

En fin, que este año se considera pecata minuta lo sucedido en Semana Santa. Ya no se va a rasgar nadie las vestiduras por los retrasos en la Madrugada, por las líneas rojas que iban a sustituir a las vallas que después pusieron hasta donde no había que ponerlas para fastidiar a cofradías que no las habían pedido ahí. Hubo chaparrones y hasta granizadas, encajados con estoicismo, por no abrir las puertas de templos en el momento oportuno, y hasta porque impidieron refugiarse a los nazarenos en el patio de una facultad.

Pero ahora sólo importan los acertijos del nuevo Santo Padre. A quien Dios se lo conceda, que San Pedro se lo bendiga.

stats