Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
¡Oh, Fabio!
Todos –aunque algunos más que otros– tenemos historias que repetimos continuamente. Cuentos y anécdotas con las que martirizamos a los amigos y familiares regularmente, especialmente en esas celebraciones donde el mollate corre alegre y abundoso y nos sentimos dichosos y castelares. Por eso me perdonan ustedes que vuelva a referirles una anécdota que narré hace tiempo en esta columna. Allá va: los miembros del equipo español de hípica llegan al hall de un hotel. Allí ven a miembros del comité organizador del trofeo en el que van a competir y, muy educados, se acercan a saludar encabezados por su líder. “Je suis le capitaine de l’équipe espagnole”, dice este, al mismo tiempo que se vuelve a sus jinetes y les aclara: “Les he dicho que soy el capitán del equipo español”. Algo parecido hizo ayer la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, en su discurso ¿celebratorio? de la Constitución española el día de su cumpleaños. En un momento de su intervención, probablemente llevada por su inmenso amor a la poesía, la señora Armengol citó un verso del poeta valenciano Joan Fuster: “Totes les llibertats són solidàries”, para después aclararnos a los carajotes castellanófonos el significado de dicha cumbre de la poesía universal desde los tiempos de Homero: “Todas las libertades son solidarias”. Quién lo diría.
Armengol, como es habitual, no dejó pasar la oportunidad de dejar en el discurso de la Constitución su cagarruta nacionalista. Joan Fuster (al que Gómez Marín ha elogiado largamente en algún artículo, por lo que tiene todo mi respeto) no dejó de ser un pancatalanista, defensor de los “països catalans” (países catalanes, aclaro para no ser menos que Armengol), ese concepto neocolonialista con el que los nacionalistas del principado quieren deglutir a algunos de los antiguos reinos de la Corona de Aragón. Todo perfectamente respetable (y criticable).
No está mal que la presidenta del Congreso diga unos versos en valencià (valenciano para los mendrugos castellanófonos), pero sí que los traduzca inmediatamente después cuando era más que evidente su significado. Es esa obsesión por subrayar continuamente las diferencias cuando lo que quedan en evidencia son las semejanzas. La ínclita presidenta del Congreso podría haber recitado el verso de Fuster para después decir: “No los traduzco porque su significado es obvio para cualquier español, independientemente de su lengua materna”. Pero no, ella prefirió la división a la unidad. Toda una digna presidenta (se escribe igual en castellano que en catalán) del Parlamento español.
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