Gafas de cerca
Tacho Rufino
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No hay cuento de Navidad que acabe con final feliz para los populares de Jaén. Este fin de año caprichoso les agua la fiesta bajo un sol de invierno. Al frente del chaparrón político aguanta el alcalde, mutado en estoico, que apura, junto a su cuerpo pretoriano, los sorbos del mandato, poniendo letra a las zambombas jerezanas que proliferan por la ciudad. Ajenos al calendario, presentan iniciativas de papel, cantan el estribillo de su proyecto de ciudad y organizan un cotillón con media sonrisa, como esos padres que compran regalos mientras negocian el aplazamiento de la letra con los Reyes del banco. Se prometían un final de año feliz y le cambiaron el cuento a mitad del relato.
Emisarios populares, desde la capital del califato, subrayan su narrativa y no escatiman oro, incienso y mirra para el alcalde (cuidado con esta última que sirve también para embalsamar políticamente). Describen las bondades de esta Ciudad de Luz que se adentrará, tras la moción de censura, en la oscuridad de las plagas bíblicas socialistas. Se afanan en convencer al alcalde con los días contados en que permanezca al frente de la misión y no haga ‘mutis por el foro’. Le enseñan, en unas escenas muy de Capra, cómo será la ciudad sin su concurso y le ‘hackean’ su plataforma televisiva para que revise una y otra vez ‘Qué bello es vivir’. Pero a nuestro remedo de James Stewart no hay quien le quite de la cabeza que, al final de la historia, sólo quedará el carbón nada dulce de la oposición.
Buscando su espacio en esta singular representación navideña, el presidente del PP en Jaén, Erik Domínguez, se arroga de forma tardía el papel de Grinch, odia esta Navidad perpetrada por socialistas y provincialistas de JMM, y pretende que se les atragante el último polvorón: “Hasta el día 2 de enero, a las 12 de la mañana, el partido se está jugando”. Mantiene, a modo de mal augurio, y sin una ramita de romero que acompañe la lectura de manos. Hay quienes desde las propias filas populares le recuerdan -como aquel árbitro malencarado- que tuvieron 90 minutos para ganar el partido.
Una última llamada a la “sensatez, sosiego y calma” para que se pueda rectificar el curso de los acontecimientos, “como ha ocurrido otras veces”. Dicho esto, con la convicción justita del que pide un regalo imposible a Sus Majestades.
Para no ahorrarse ni una última secuencia de lágrima fácil tilda este dramón político, este aquelarre democrático de la moción de censura como “injusta, inapropiada, sin alma e inhumana”: “Por las fechas, en Navidad, dos días después de dar las campanadas para toda Andalucía y al día siguiente de celebrar en familia el Año Nuevo”. Una moción de censura, para el doliente, es como tributar a Hacienda, nunca te pilla bien.
La resaca, este año, será política, por más que un coro de voces nos canten desde la Plaza de Santa María aquello de "un mensaje de armonía entre los pueblos... para que reine la paz". No hay paz política en estas uvas de la ira.
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