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La magia del Andalusian Crush”, tuiteó Juanma Moreno. Y seguía: “Diego y Paloma, una pareja de andaluces, se han rendido hoy al flechazo de Andalucía en nuestro stand”. Se refería a una pedida de mano que antier se produjo en el stand de la provincia de Sevilla en Fitur, de la que fueron testigos no solo los presentes: el vídeo del momentazo venía en el tuit del presidente, también está en Youtube, en redes y en toda la prensa sevillana. Saludo a los contrayentes; que Afrodita, enredadora celeste, galipinta siempreviva, atienda vuestras súplicas.
No seré yo –allá cada cual, por mucho que servidora asista al show estupefacta y por más que a mí me tuvieran que matar antes de pasar por ese cáliz– quien reproche ciertos usos sociales que ahora están súper de moda, verbigracia, pedir la mano no ya ante familia y amistades, sino ante Andalucía libre, los pueblos y la Humanidad. En Sevilla, esta tendencia hace furor. En la última cabalgata, el Gran Visir pidió matrimonio a su novia en lo alto de su carroza; en el Domingo de Ramos de hace unos años también fue noticia una pedida ante la Exaltación, y en cada feria nos llegan por redes vídeos de amantísimos novios que tienen la idea –ya poco original– de arrodillarse, anillo en mano, al final de los cruces de la cuarta. Hasta la pedida en un concierto de Raule en Sevilla fue noticia el pasado junio. A tales petitorias cabe sumar otros alardes y profesiones de entrega y pasión que, más que populares, se han vuelto virales: novias o madrinas cantando rumbas a voz en grito al novio en el altar, novios desfilando por el pasillo del templo a ritmo de marcha de Semana Santa y haciendo como que mecen un paso, chiquillas de comunión ejecutando un baile de perreo en honor a los invitados al convite... De todo esto están plagadas las redes. Desde el momento en que estas cosas se graban y suben a internet, la audiencia ante las que se ofician pasa de ser doméstica a global. Lo que antaño eran actos de la vida personal, de refrendo y celebración social pero reservada a la comunidad a la que pertenecemos, se han transformado en una espectacularización de la vida privada. La extimidad, esto es, la intimidad –nuestros momentos especiales, casas, paseos, capuchinos…– retransmitida por nosotros mismos alcanza a veces altas cotas.
Hasta aquí todo anómalo, pero más o menos llevadero. Lo que temo es que se abra un nuevo nicho de mercado, como si no tuviéramos bastante con el turismo de despedidas de soltería que amenizan nuestras calles: Sevilla, destino para pedidas de mano virales. Ríndase al Andalusian crush y declárele su amor desde este marco incomparable. Le garantizamos que saldrá en las noticias y se sabrá en toda Eurasia. Díseselo (sic) por sevillanas.
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