
Monticello
Víctor J. Vázquez
Yo. Nosotros
Del Gran Eje a la Alameda
Pasan los años y sigue ahí. Acumulando un bochorno y agrandando una interrogante que muchos jiennenses se preguntan ¿Por qué?
El que fuera campillejo donde los jóvenes de Jaén jugaban tropecientos partidos de fútbol al mismo tiempo simultáneamente, fue reconvertido en un privilegiado aparcamiento de coches de la Policía Nacional. Un perímetro acotado a un par de vehículos que ocupan el pulmón verde que se sitúa al inicio del kilométrico Gran Eje, compartiendo el reservado con una ingente legión de gatos que por allí transitan.
Si ustedes prueban a visionar en Google Maps cómo es ese lugar que conforma el Museo Íbero y toda la manzana donde se asienta, se encontrarán con ese cochambroso escenario: coches oficiales de la Policía Nacional entre la maleza del solar, otros vehículos sobre la acera y un gato negro dándose un garbeo saltando de coche en coche.
Y a ello se añade que en la que fuera calle Obispo Estúñiga – hoy día calle Pilar Palazón- a ojos de todos los jiennenses que acuden a tramitar su DNI o el pasaporte, así como los que van camino del Hospital, una ristra de coches despanzurrados se sitúa como si fuera el plantel de reses de una montería. "Y no passsa nada", que diría Antonio Burgos.
En la noche del pasado 23 de marzo dos de ellos ardieron en esa calle, de ahí que haya que volver a cuestionarse ¿Cómo Jaén permite esto? Sí, porque es impropio de una capital que en pleno centro de la ciudad, en las postrimerías de su flamante Museo íbero y a las puertas de su hospital, perviva entre broza un espacio que muchos recordamos abierto y desde años permanezca cerrado entre felinos incontrolados y cadáveres de coches.
Si décadas atrás los niños del Gran Eje tenían un amplio espacio para jugar a espaldas de la desaparecida Prisión Provincial, ahora deben encaminar sus pasos hacia el Parque Diego Torres, donde apenas una canasta permite jugar a unos pocos al básquet.
Se debe recuperar ese lugar y darle el sentido que siempre tuvo. Los coches destrozados, al desguace o donde corresponda, pero no pueden seguir dibujando una imagen vergonzosa. Y Jaén debe quererse un poco más a sí misma y no consentir este desbarajuste que ensucia el autoestima de una ciudad que está sobrada de desaciertos y dejadez que se perpetúa en según qué casos y cosas.
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