Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Junts por Jaén, Junts por La Línea y el PP
La lluvia en Sevilla
Te recomiendo que entres por Alcalá”. “Aunque por acá llegas directa a Eduardo Dato”, “Cuando veas la salida que dice Isla de la Cartuja, no la mires, sigue de frente”, “En el Paquito, ponte el carril del medio”, “¡Ay de ti si se te cala el coche en ese túnel!”, “Tú hazme caso a mí, no a la tía del GPS”, “Y si te pasas tu salida, siempre puedes dar la vuelta en Huelva”. Qué difícil es entrar en Sevilla.
Tendré alma de niña o aldeana o conductora muy novata, pero la toma de Sevilla por carretera se me hace un mundo. Los planos aéreos de Nuyor en las pelis confirman mi sospecha: entrar en Manhattan y callejear por ella es inmensamente más relajado que llegar y aparcar en Triana. “Esto es Sevilla”, me recuerda Marta, mi copilota. Su frase, tan concisa, comprende un caótico universo, a saber, aparcamientos en tercera fila y en esquinas entre dos calles, adelantamientos por la derecha, el de atrás sincronizado con el muñeco del semáforo para pitarnos no más muda la color y, por supuesto, el desasosiego de tomar Sevilla por sus diferentes accesos. Antaño, según parece, una podía entrar a Serva la Bari como una reina por sus distintas puertas y postigos. La toma de ahora es más prosaica. Y peligrosa. No es fea por el oeste, desde Extremadura, la Sierra Norte, Huelva…, que ofrece a quien llega cierta panorámica de la ciudad y, desde los Aljarafes, en los mejores días, una postal como de Laffón. Desde oriente la estampa es otra, aunque también tiene su punto de polígono con negocios con nombres que ya hubiera querido García Márquez para su Macondo: Neumáticos Soledad, El Golpecito, Bar Benavides... En cualquier caso, a Sevilla le está haciendo mucha falta adecentar y hacer seguras muchísimas de sus entradas, varios de sus accesos no están a la altura. Entramos en la ciudad esquivando baches, encogiéndonos al paso del Quinto Centenario, en eterna espera de la finalización de las obras de la SE-40, persignándonos antes de atravesar las vías de tramos petados de coches que a su vez necesitan cruzarse para poder tomar salidas en curvas de vértigo. Estoy convencida de que existen otras maneras más civilizadas de tomar esta plaza, y que ello debe ser prioritario, no ya para recibir a más turistas, sino para acoger primeramente a quienes somos habitantes de este lugar.
Y me dirán: hay ciudades más locas que la nuestra a la hora de entrar y salir de ellas. Sin duda. Pero ya es hora de que reneguemos del cansino narcisismo de “Sevilla es lo mejor” para empezar a atender a lo que en Sevilla es mejorable, que no es poco, y nos va el bien-vivir en ello. Pero a lo que iba: ¿por dónde cogen ustedes para entrar a Sevilla sin estrés en camello desde Oriente? Es para unos amigos.
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