El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Fragmentos
Algunos bares van a ser autorizados a sacar vasos a la calle para beber cerveza en la acera, de pie. Bien están las excepciones porque como todo el mundo sabe, confirman la regla. Y me parece bien, porque es habitual en algunos locales populares (tradicionales es mucho decir) y porque hay que tener sensibilidad para reconocer cosas que ocurren y representan a unas minorías. Pero hay que mantener la antena bien puesta porque las excepciones y singularidades han de contemplarse con la misma sensibilidad en todas las ocasiones y temas. Y escribo esto porque no me gusta beber cerveza de pie en la calle. Y aunque me inicié en el vino con los coroneles de El Rinconcillo, las mistelas en Casa Román y mis primeras cañas en Bodegas Cepejón, no por eso quiero seguir viviendo en aquella ciudad, entre otras cosas porque no es posible. El tiempo no se detiene. Ni soy el mismo, ni el Rinconcillo ni Román, y de Cepejón ni hablamos.
A vueltas con la memoria, entre la cancelación del pasado y el cambio de significado de los recuerdos, he conocido hace unos meses un trabajo con el título El tiempo suspendido: la representación de la ausencia en la fotografía familiar. Me pareció una idea de gran fuerza poética, pero en la exposición oral, el autor explicó que, en el proceso de separación de pareja, su esposa se había llevado a los niños de vacaciones y nunca volvió a verlos durante diez años. Ahora, recuperado el contacto con sus hijos, pero con la pérdida de aquellos años de ausencia, ha elaborado un álbum familiar de fotos de él con sus hijos, en el principio del verano que los perdió. Y después ha ido haciendo fotos en los mismos sitios y con las mismas tomas, distancias y ángulos, pero sin personas. La primera parte la tituló el tiempo suspendido, que es un buen título para un álbum familiar, pero en la segunda colección ha representado la ausencia (dolida y cancelada). Con este trabajo parece que ha exorcizado muchos demonios. Es una cuestión compleja para tratarla en unas líneas, pero creo que pueden hacerse una idea de lo que fueron aquellos documentos junto a las palabras del autor: “... a pesar de que el mensaje contenido en una fotografía familiar, se manifiesta en torno a lo presente, a lo representado en la imagen, las fotografías también aluden a la ausencia, evocan todo aquello que no está, bien sea porque no ha sido tomado en cuenta, porque no ha asistido o porque ya se ha marchado.”
No pude dejar de pensar en la obra del pintor alemán Gerhard Richter (1932-) que en una serie de sus cuadros de los años sesenta realizaba óleos grandes sobre pequeñas fotografías familiares, como la de su Tío Rudi (1965) basada en una pequeña fotografía de su tío vestido con el uniforme de paseo del ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial, caído en la contienda. Y está realizada con esa característica técnica del raspado en seco, que difumina la imagen y la despoja de un significado fijo. Por cierto, ¿creen ustedes que se puede suspender el tiempo?
También te puede interesar
El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Fragmentos
Juan Ruesga Navarro
Sin edades del hombre
Monticello
Víctor J. Vázquez
No es 1978, es 2011
La ciudad y los días
Carlos Colón
Sobre nuestra entrevista a González
Lo último