Tenochtitlán

Vericuetos

28 de septiembre 2024 - 08:00

Hace 503 años que cayó Tenochtitlán a manos de las tropas de Hernán Cortés. Desde su llegada al continente el extremeño contó con el apoyo de un puñado de castellanos y miles de totonacas, teztcocanos, cholultecas y tlaxcaltecas, entre otros pueblos. Igualmente se sirvió de Malintzin (La Malinche) como intérprete maya y náhuatl... Luego, por supuesto, se cometieron atrocidades en nombre de Dios, como antes en nombre de los dioses. Quién sabe si el águila sobre el nopal era de San Juan, devorando a Quetzalcóatl. Quién sabe si en verdad aquella escena no fue sino una profecía del fin de Tenochtitlán antes mismo de su fundación...

Que medio milenio después se exijan disculpas por sucesos acaecidos entonces no hace sino constatar lo absurdo del fanatismo nacionalista, sea cual sea la bandera que se enarbole. Mensajes revisionistas, reduccionistas, populistas e infantiles, dignos de las mejores barras en las peores tabernas. Un cuñadismo indígena en perfecto español que uno no termina de comprender cómo echa raíces de ahuehuete. Pero es la misma historia de siempre: a Estado fallido, gloria a la Patria. Esa es la ecuación del mediocre.

México (con x medieval) acogió a miles de españoles que huyeron de la Guerra Civil y siempre ha habido una magnífica relación con lo que fue Nueva España durante tres siglos. Su independencia lo fue del absolutismo y la felonía borbónica, pero México nunca le dio la espalda a quienes querían comenzar una nueva vida de libertad y sueños de futuro. ¿Por qué, entonces, se prefieren abrir océanos de rencor y resentimiento en lugar de construir puentes de entendimiento entre pueblos hermanos? ¿Qué intereses puede haber para lanzar las relaciones diplomáticas al zenote del odio racial que todo lo mancha? ¿Acaso es un sacrificio humano para alimentar a las deidades electorales?

Más allá del D.F. sigue existiendo un país destruido por la droga y el machismo, pero también un territorio bellísimo que no se puede permitir el lujo de caer en la trampa del engaño político y el revanchismo. México no tiene tiempo que perder en artificios de salón; debe ponerse a trabajar para recuperar el orden democrático y acabar con el caos de los narcos. ¡Canta, México! Canta y no llores...

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