
En tránsito
Eduardo Jordá
Inocencia
La colmena
Se llamará La Séptima. Se situará ideológicamente a la izquierda de laSexta y tendrá el análisis político como eje de la programación con fichajes destacados como Silvia Intxaurrondo o Xavier Fortes. O no.
Es un culebrón. Aunque todo se está desarrollando detrás de las cámaras. Ya en noviembre se publicaron decenas de informaciones desvelando el proyecto de Pedro Sánchez para sacar un nuevo canal de televisión y “dárselo a Prisa”; “a su amigo José Miguel Contreras”. Así se contó desde el espectro político de la derecha. Se trataría de una estrategia a medio plazo del presidente del Gobierno para hacer crecer el “entramado de comunicación progresista” y anticiparse a un posible escenario de pérdida de poder.
Hace solo unos días, la supuesta hoja de ruta ha saltado por los aires. Nada estaba hecho en Prisa. El accionista mayoritario, el francés de origen libanés Joseph Oughourlian, no ha visto el recorrido de la operación y el proyecto ha terminado con la salida de sus dos principales valedores: el mencionado Contreras y Carlos Núñez. Ahora la pelota sobrevuela el tejado de Telefónica. ¿Globo sonda?
Conociendo los precedentes del protagonista, defenestración y resurrección incluida, a nadie debería extrañar que Pedro Sánchez esté pensando ya en 2027. Faltan solo tres meses para que lleguemos al ecuador de su tercer mandato y todos sabemos que las elecciones no se ganan en campaña sino engrasando las fontanerías muchos meses antes. Años.
Siendo periodista, no seré yo quien no quiera saludar el nacimiento de un nuevo medio. Pero la polémica, relato incluido, se ha desatado en uno de los momentos de mayor polarización, hartazgo ciudadano y pérdida de credibilidad del tablero que se empezó a configurar en la Transición. Primero con el nacimiento de diarios como El País y, ya a finales de los 80, con la llegada de las privadas a España (Antena 3, Tele5 y Canal Plus).
De eso hace una vida. Por eso no dejo de preguntarme si somos conscientes del disruptivo paradigma de comunicación en el que vivimos. De cómo funcionan las audiencias y de qué papel, real, tienen los viejos actores. Todo suma, por supuesto, ¿pero puede una televisión tradicional (de tertulias y para convencidos) ser tan estratégica para justificar una inversión millonaria en una operación más que dudosa? Estoy segura de que el editorial del Post que estaría encantando de encargar Jeff Bezos, en su nueva etapa mercantilista y neoliberal, sería demoledor.
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