VERICUETOS
Raúl Cueto
Supervillanos
VERICUETOS
Los Estados Unidos de América son una franquicia. Hace tiempo que dejaron de ser un país para convertirse en una multinacional cuyos tentáculos se extienden en todos los mercados. El mundo no es más que un negocio para la política norteamericana y ya sea vendiendo hamburguesas o armas todo se resume en obtener beneficios para su economía. Los candidatos a la presidencia únicamente se disputan ser el CEO de la empresa que son.
La victoria de Trump solo hará más agresiva esa forma de proceder, convirtiendo a la diplomacia en una simple herramienta disuasoria para que nadie dude de su supremacía. Se acabaron las relaciones de igual a igual; a partir de ahora solo habrá dos opciones: rendirse a la nueva Roma o pagar tributo como socio. Ya la OTAN nos convirtió en franquiciados y eso está bien cuando hay alguien racional al mando... Pero cuando hablamos de un desequilibrado todo se vuelve más turbio y peligroso.
Siempre se ha movido mucho dinero en las campañas presidenciales, pero en esta ocasión nos hemos encontrado con un nuevo fenómeno protagonizado por uno de los empresarios más exitosos del planeta. Coches, cohetes, satélites, redes sociales… Todo un imperio que recae en las manos de una sola persona, convertida en el arquetipo perfecto del supervillano, a la altura de Hank Scorpio o de Auric Goldfinger. Un triunfador, de aparente trato agradable, con un ejército de leales trabajadores, bajo lo cual se oculta su verdadera cara llena de inestabilidad, abusos y objetivos espurios que van más allá del simple afán de enriquecimiento.
Elon Musk acaba de ser nombrado director del Departamento de Eficiencia Gubernamental y ello supondrá infinidad de despidos de trabajadores públicos, reduciendo la administración a mínimos históricos. Porque la palabra eficiencia siempre supone ahorro de puestos de trabajo para este tipo de sujetos, obsesionados como están por reducir costes e incrementar la facturación de sus empresas. El problema es que un país, si quiebra, no se puede cerrar ni enviar a sus habitantes a otro lugar. Un país sigue ahí cuando estos supervillanos desaparecen con los bolsillos llenos y bien lo saben quienes, con su voto, hacen posible que lleguen al poder. En el fondo el ser humano necesita tener un villano favorito donde verse reflejado porque quizá, en el fondo, todos tenemos algo de villano en nuestro interior...
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