Solsticio

29 de junio 2024 - 08:30

Hace unos días que el sol se paró. Justo eso significa la palabra que da título a este artículo: sol quieto. En realidad no existe tal parada, pero a los humanos nos lo parece. Algo similar sucede con nuestras vidas cuando llega el verano. Las jornadas son más largas, nos sentimos más activos, queremos hacer más cosas y disfrutar de las interminables horas de luz natural, pero el mundo al completo (sobre todo, la sanidad) parece pararse a nuestro alrededor en espera del inicio de un nuevo curso vital en septiembre que nos renueve. Y todo ello sin caer en la cuenta de que, desde el mismo solsticio, los días se van acortando hasta llegar a su homónimo de invierno, en el que el sol invicto renace entre las sombras para ir ganando poco a poco el terreno a la oscuridad invernal. Curiosa paradoja esta que nos hace sentir más vivos cuando nuestra estrella va agonizando haciéndonos creer lo contrario...

El calor es la clave de este engaño. El declive en el brillo es encubierto por el aumento de la temperatura, como un perfecto señuelo para que no nos demos cuenta de que, en realidad, el verano va terminando desde su inicio. Como nuestra propia existencia, sin ir más lejos. El caso es que a nosotros nos sucede lo mismo que al sol; en los peores momentos sacamos fuerzas de flaqueza con tal de gozar de breves periodos de esperanza, apurando hasta la última gota con tal de sabernos vivos.

El verano recién inaugurado nos abre las puertas del paraíso y del infierno a partes iguales. Unos disfrutarán de unas merecidas vacaciones; otras personas, en cambio, trabajarán para hacer posible el descanso ajeno. Sea como fuere, el estío supone un periodo de reflexión sobre el tipo de vida que llevamos. ¿Somos felices? ¿Nos sentimos realizados? ¿Es esta la vida que queríamos? ¿Otra cerveza? Como el sol nosotros también nos quedamos estáticos, mirando al mar, cerrando los ojos, solsticiándonos en busca de paz interior y, sobre todo, deseando con todas nuestras fuerzas que todo lo negativo desaparezca de nuestra historia sin dejar rastro alguno, sin cicatrices que nos afeen el retrato al óleo que ofrecemos dignamente a los demás. Solo nosotros sabemos lo oscura que es nuestra alma y nadie más debe saberlo; pero al contemplar el horizonte en silencio no son pocas las veces que anhelamos escapar de ese verano infinito que nos hace pararnos frente a nosotros mismos. Por eso tanta gente no soporta ese vacío, esa quietud, esos planes en familia... Porque al parar nos damos cuenta de lo inmóviles que en verdad estamos el resto del año, sin progreso, solo huyendo hacia adelante sin más rumbo que el que marca la rutina. Porque para el futuro soñado no existen brújulas que valgan; solo arrepentimiento por no haber tomado decisiones. Dicho esto, disfruten del verano. O no. 

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