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David Fernández
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Alto y claro
Hace medio siglo que en un suburbio de París se pusieron parte de los cimientos sobre los se construiría la democracia española. Del congreso del PSOE celebrado en Suresnes en octubre de 1974, cuando ya la dictadura de Franco había entrado en agonía, saldría el partido destinado a jugar el papel fundamental en la transformación del país. Lo hizo, primero, como fuerza de oposición al entramado posfranquista de la UCD y, al mismo tiempo, capaz de derrotar la hegemonía que en la izquierda tenía el Partido Comunista. Después, como el partido que, ganadas las elecciones de 1982, normalizaría la democracia española con la plena incorporación a Europa y con la consolidación del Estado de Bienestar. No es muy arriesgado afirmar que la renovación del PSOE que cuaja en Suresnes y el proyecto de transformación desde dentro del Régimen que comparten el entonces príncipe Juan Carlos y su tutor, Torcuato Fernández-Miranda, son las dos circunstancias que fundamentan el éxito de la Transición.
A Suresnes no se llegó por casualidad. La Internacional Socialista, entonces comandada por la poderosa socialdemocracia alemana de Willy Brandt, y el Departamento de Estado de EEUU tenían hojas de ruta similares para conducir a España hacia la democracia una vez desaparecido el general Franco. La renovación del PSOE era un paso imprescindible para contar con una alternativa de izquierda moderada que escapara a la manipulación de la Unión Soviética. Fue una operación que contó con muy generosa financiación desde Bonn (entonces capital federal alemana) y desde Washington y que encontró, además, terreno abonado para construir un liderazgo poderoso.
Felipe González sale de Suresnes convertido en la cara de ese proyecto socialdemócrata capaz de liderar la democracia. Él y el grupo formado en los entornos de la Facultad de Derecho de Sevilla, que en el congreso de Toulouse de 1972 arrinconaron a los viejos dinosaurios del exilio, habían logrado el control del partido. En los meses que preceden a la muerte de Franco el nombre de González empieza a sonar en círculos políticos y periodísticos. Cuando Suárez llega a la Presidencia del Gobierno en julio de 1976 es ya un dirigente con el que es imprescindible contar para construir el futuro.
El medio siglo de Suresnes ha pasado casi desapercibido para un PSOE sumido en una profunda crisis de identidad. Entre otras cosas, porque parece haber olvidado qué pasó y para qué sirvió aquel congreso
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