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La festividad del Lunes de Pascua se mantiene sólo en cinco comunidades autónomas: Cataluña, Valencia, Navarra, País Vasco y La Rioja, mientras que se ha suprimido en Andalucía. Una paradoja más de una tierra que se caracteriza por saber celebrar como nadie y que inicia en esta próxima semana un carrusel de ferias y romerías por todos los rincones que terminará a finales de octubre. Seis meses de celebraciones no son pocos.
Llevamos siglos superando los tópicos y ya hemos llegado a hacerlo: nos da exactamente igual lo que opinen de nosotros. Es más, hemos dado un paso más y ahora envidian nuestra manera de entender la vida. En estos tiempos postpandemia, con tantas guerras e incertidumbres, celebrar y vivir el momento presente se ha convertido en un valor universal.
Pero, ¿son estas ferias y romerías las que realmente nos definen? El profesor Isidoro Moreno recoge en su libro La otra mirada de la Semana Santa que los andaluces “sentipensamos”, es decir, que pensamos porque sentimos y que somos capaces de sentir porque pensamos. Un concepto que recupera de Blas Infante, quien fue no sólo un teórico político sino un estudioso de la manera de ser de los andaluces.
La Semana Santa que acabamos de dejar atrás nos muestra claramente ese modelo de sentipensar. Hacemos nuestras vidas en torno a esta celebración: son los días de la familia, de recuperar el calor y la identidad de nuestros barrios (que somos capaces de robar a la turistificación), de esa patria de la infancia pero también de los lugares que hemos elegido para vivir. Hay quien no tiene familia y la encuentra en torno a las cofradías, en sus bandas de música o en su labor social; quien llega desarraigado a un lugar y encuentra acogida; quien no tiene oficio y puede salir adelante desempeñando tareas que en otros lugares del mundo no existen. También hay quien se reafirma precisamente en su negación a esas tradiciones.
Resulta curioso analizar cómo personas declaradas abiertamente agnósticas justifican su amor a las cofradías, cómo quienes están en contra de la Iglesia como concepto, se ponen sus túnicas y van portando un cirio que ilumina imágenes sagradas. O cómo quienes son fervorosos devotos no dejan el móvil en toda la estación de penitencia y comentan el resultado del fútbol que van escuchando con todo el tramo de nazarenos; son primos, tíos o hermanos. Porque la cofradía es una extensión del salón de casa.
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