El Pinsapar
Enrique Montiel
Rehenes
¡Oh, Fabio!
Ante una gran ola uno tiene, grosso modo, dos opciones: esconderse bajo una sombrilla y dedicarse a descalificarla groseramente, sin ningún tipo de matiz, o agarrar la tabla de surf y cabalgarla debatiéndose entre el peligro y el goce. Es lo que, a nuestro modesto entender, deberíamos hacer con la “ola reaccionaria” que nos anuncian los profetas progresistas y que, se supone, ha llegado simultáneamente a Washington y Sevilla.
Al igual que los tsunamis progresistas siempre tienen algo de bueno (extensión de algunos derechos, mejora de condiciones laborales, etcétera) los de signo contrario no les van a la zaga. Del que está llegando a nuestras costas, que es más populista-capitalista que reaccionario, esperamos turbulencias graves y negativas –sólo hay que ver la catadura moral de algunos de sus líderes y primeras decisiones–, pero también algunas bondades. Seamos concretos y centrémonos en el pacto PP-Vox en Sevilla. Ha sido recibido por algunos comentaristas y políticos como una especie de Apocalipsis hispalense. A veces, los adjetivos son tan exagerados que provocan risa: “agenda fascista”, “política del odio”... Por mucho que se empeñen es difícil ver a José Luis Sanz como un nuevo líder del fascismo. Tampoco a Cristina Peláez, una conservadora católica de manual.
Por mucho miedo que nos quieran inocular, se observan cuestiones positivas en el acuerdo: ¿qué tiene de malo crear o aumentar las ayudas a las embarazadas en peligro de exclusión, a los decadentes parques industriales, a los mercadillos ambulantes, al emprendimiento de los jóvenes, a las mujeres víctimas de la prostitución, a las asociaciones provida? Es cierto que nos parecen inadecuadas las menguas de los fondos de cooperación internacional (aunque este no es un campo que le corresponda a la política municipal) o la retirada de las ayudas a las ONG que colaboran con la inmigración ilegal (un imperativo humanitario que Vox debería reconsiderar), pero no desde luego la supresión de las subvenciones a la “memoria democrática”, que ha derivado en un artefacto para demonizar a la mitad del cementerio y volar la convivencia entre españoles por puro interés partidista.
¿Pertenecen Trump y Sanz a la misma ola? Por lo pronto, el que ataca a los jueces y la prensa crítica, coloniza las grandes empresas y las instituciones del Estado, amnistía a delincuentes y utiliza la legislación para sus intereses no es, que se sepa, el alcalde de la Muy Mariana, sino su sanchidad, el inquilino-lapa de la Moncloa. Pero don Pedro es capaz de cabalgar cualquier ola... y con un buen grupo de admiradores animando, empezando por el PSOE sevillano.
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