Santa Teresa y Sevilla
Santiago
Santiago La festividad de Santiago evoca rápidamente la del camino que conduce hasta la ciudad compostelana. Ciudad que acoge, según la leyenda, los restos del apóstol Santiago el Mayor, a quien cuentan que se le apareció la Virgen del Pilar a su paso por Zaragoza, cuando vino a evangelizar la entonces Hispania romana.
Aludir a este itinerario de peregrinos es conectar con una tradición que cuenta en su haber con más de once siglos de historia. Son infinidad las personas que toman el camino en alguna de sus múltiples rutas para cumplir con diferentes propósitos que ya, en nuestros días, van más allá de lo puramente religioso.
El Camino de Santiago es un camino espiritual y, por tanto, un recorrido que tiene que ver con la vida misma. La vida espiritual que, ante todo, es una vida que requiere de la puesta en práctica de todas nuestras capacidades. Un camino que pone al descubierto nada más comenzar el modo que tenemos de vivir la cotidianidad. La mochila que llevamos es una metáfora de las cargas interiores que albergamos y arrastramos creyendo que todas son imprescindibles. El ritmo desvela la manera que tenemos de avanzar y el resto de personas que también peregrinan, son proyección de todas esas personas con las que nos cruzamos en la vida: unas están por un tiempo, otras aparecen, desaparecen y reaparecen y algunas otras pasan de largo. La vida del camino pone al descubierto cómo deambulamos por el camino de la vida.
Como travesía espiritual el Camino puede ofrecer una dimensión más profunda aún, dejando que nuestros miedos, conflictos y culpas también emerjan con el paso de los días ante el silencio y la oportunidad de recogimiento que brindan. Una buena ocasión para nombrar y acoger lo que somos en su totalidad sin tener que descartar lo que rompe nuestra imagen ideal. Algunos peregrinos hay también ya, según se ven, que incapaces de estar consigo mismos buscan todo tipo de artimañas para distraerse de sí mismos, inconscientes de que al postergar lo que urge dentro lo único que generan en sí es una dificultad mayor.
Es obvio que el Camino de Santiago es una buena excusa para atendernos, aunque no sea necesario ir tan lejos para ello. Para iniciar este itinerario bástese con mirar hacia dentro con la actitud de peregrino, del que se sabe que nada es para siempre, para advertir esa gran verdad que se descubre al llegar a Santiago: en cada paso está la meta, porque son los pasos los que llevándonos hacia adelante también nos conducen más adentro.
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