Santa Teresa y Sevilla
Santa Teresa y Sevilla
Teresa de Cepeda y Ahumada mantuvo una difícil relación con Sevilla durante su estancia de un año y nueve días, lo cual se refleja en testimonios epistolares o en su libro de Las fundaciones. No es de extrañar que una mujer con un misticismo innato que llegaba a Dios a través del recogimiento y la oración tuviera reparos en fundar un convento de carmelitas con descalcez en una ciudad cosmopolita repleta de mercaderes, tahúres, pícaros y ladrones. Tras reunirse en Beas de Segura con Jerónimo de la Madre de Dios, el comisario apostólico de la orden vence las reticencias de Teresa y le impone que marche a Sevilla para consumar su undécima fundación. Sale acompañada de seis monjas y tres frailes, refunfuñando: “Yo os digo, hermanas, que como había dado todo el sol a los carros, que era entrar en ellos como en el purgatorio. Unas veces con pensar en el infierno, otras veces pareciendo se hacía algo y padecía por Dios, iban aquellas hermanas con gran contento y alegría”. Entra enferma en la urbe hispalense el 26 de mayo de 1575 y funda S. José del Carmen en una casucha alquilada de la calle Armas (Alfonso XII), donde, según afirmará la priora María de San José, “los colchoncillos estaban acompañados de mucha gente como piojos, chinches y otras molestas visitas”. Todo parece ir mal, pues el arzobispo de Sevilla, Cristóbal de Sandoval y Rojas, no veía con buenos ojos la creación de un pobre convento sin rentas en una ciudad donde ya existían veinte de religiosos y dieciséis de religiosas. En esta casa conventual recibe acusaciones de comportamiento herético y acude a declarar ante el Tribunal de la Inquisición en el castillo trianero de San Jorge, archivándose la causa tras varios meses de proceso.
Lorenzo de Cepeda regresa de América en agosto de 1575 después de treinta y cuatro años y se reúne en Sevilla con su querida hermana, adquiriendo más tarde un inmueble en la calle Pajería (Zaragoza) por seis mil ducados de oro. Las monjitas se trasladarán de incógnito el 1 de mayo de 1576 a la nueva casa, pues los frailes que ocupaban el gran convento franciscano en el espacio de la actual Plaza Nueva no deseaban tenerlas cerca y les negaron ayuda: “Ya fue Dios servido que nos pasamos la priora y yo y otras dos monjas una noche, porque no lo entendieran los franciscos hasta tomar la posesión, con harto miedo”. La inauguración oficial en la calle Pajería se efectúa semanas después con buen ambiente, pero Teresa no aguanta más y sale de Sevilla el 4 de junio de 1576, suspirando en una carta: “Las injusticias que se guardan en esta ciudad, la poca verdad, las dobleces. Yo le digo que con razón tiene la fama que tiene. Yo confieso que la gente de esta tierra no es para mí y me deseo ya en la tierra de promisión. La abominación de pecados que hay por aquí son para afligir harto. El Señor lo remedie”. Ya fallecida la fundadora, las carmelitas se instalarán en 1586 en el Barrio de Santa Cruz, donde se mantiene la huella indeleble de Santa Teresa de Jesús.
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