Las dos orillas
José Joaquín León
Plataforma para las sillas
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En el corazón de Castilla, en la bellísima comarca de los Montes de Torozos, al pie del Camino Francés, se custodia nada menos que una espina de la corona de Cristo. La trajo desde Francia, donde Luis VII se la entregó como preciadísimo obsequio, doña Sancha, hermana del emperador Alfonso VII de León y Castilla. Como relicario, la infanta castellana fundó en 1147 el monasterio por ello llamado de la Santa Espina, encomendado al Císter. San Bernardo, el dictador espiritual del siglo XII, no dudó en confiar a su hermano, Nivardo, esa fundación que nos permite contemplar, especialmente en la asombrosa iglesia conventual o en la pequeña joya gótica de la sala capitular, una de las mejores muestras en España de la arquitectura cisterciense, insuperable por su elegancia y poderosa sencillez. El monasterio de la Santa Espina es una de esas maravillas de la España hoy casi vacía, antaño bulliciosa de infanzones, curas de aldea, arrieros y labradores, que nos permite un acercamiento instantáneo, casi de choque, a un mundo definitivamente ido que no debió carecer de verdad y de belleza.
En ese entorno abrumador e inspirador se está celebrando en estos días la cuarta edición del Observatorio de lo Invisible, una escuela de verano que reúne a más de ciento cincuenta artistas, en su mayoría no mayores de treinta años. La idea, tan sencilla como brillante, consiste en propiciar la convivencia durante una semana de jóvenes y no tan jóvenes talentos de las más diversas materias, desde la poesía al cine, pasando por las todas las artes plásticas. Los numerosos talleres son dirigidos por creadores prestigiosos y experimentados que ponen sus conocimientos al servicio de los demás. Pero, sin duda, lo más importante son los frecuentes momentos de relación entre unos y otros en un ambiente que inmediatamente nos capta por su espontaneidad y alegría. Se trata, como afirman los organizadores de la Fundación Vía del Arte, de “una experiencia inmersiva de arte y espiritualidad”. Una semana que permite a los participantes tender puentes entre las distintas artes y crear vínculos que van mucho más allá de esos días.
En este mundo conmovido por tantas aflicciones, ¡cómo se agradece que pongan a tu alcance momentos de tanta intensidad para la creación, la reflexión y la oración! En el corazón de Castilla, bajo la protección oculta y silente de una reliquia sacratísima, se está produciendo, en este mismo momento, día de Santiago Apóstol, un milagro.
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