Martín Lorenzo Paredes Aparicio
El cuadro
Ropa Vieja
Estas vísperas de la fiesta de Todos los Santos parece que van a terminar con lluvia, una noticia esperanzadora para esta ciudad tan falta de esperanza.
Oír la música de las nubes es, quizá, uno de los estímulos más hermosos. Y si este ejercicio de evasión lo acompañas con una copa de un buen vino, podemos considerarnos felices durante algunos momentos.
La cena de la noche de Los Santos es una tradición que se resiste a ser conquistada por la espada anglosajona de Halloween.
Al caer la tarde del día uno de noviembre, iremos a casa de los abuelos a disfrutar de los recuerdos y de aquellos familiares que siempre estamos recordando.
La visión de las lamparillas de mariposa en su fascinante penumbra; el olor a castañas asadas y a gachas son las primeras sensaciones que nos encontraremos al entrar por el umbral de la puerta.
En el salón, estaremos todos los que seguimos en este mundo y los que se fueron. Nos asomaremos al balcón y veremos la belleza lunar del castillo e imaginaremos cómo era el convento de San Agustín.
Pero lo más bonito de todo será el ver a las niñas, preguntando a sus abuelos y a sus tíos el porqué de esto y de lo otro.
Y, seguramente, contarán la visita sorpresa que hicieron en la mañana, cuando el sol ya estaba en la fachada del mediodía de la Catedral, y los turistas, ajenos a ello, quedaban un poco defraudados por el mal cuidado del entorno que la rodea.
Ir al viejo cementerio de San Eufrasio es una tradición a la que nunca puedo faltar.
Esta vez no fui solo, lo hice acompañado de mis dos hijas. Era la primera vez que las niñas entraban a un camposanto. No tuve que explicarles muchas cosas, pues los fanáticos de Halloween ya se han adelantado.
De lo que sí se sorprendieron fue de la dejadez del mismo. De cómo su arquitectura fúnebre se está resquebrajando, cayendo…
La belleza de San Eufrasio está siendo asaltada por todos los que tienen poder de decisión en esta ciudad. Es indigno no atender las demandas de poetas, pintores, médicos y demás personajes ilustres que están enterrados en él. Piden, suplican una pronta restauración de su morada. Nunca, quizá, se haya visto en la provincia un sitio en el que se halle tanto talento.
Pero a pesar de todo, fue una agradable visita. Deambular por el camino del Calvario, con sus puestos de flores, supone poder evadirte a ese lugar que eternamente buscamos.
Estoy deseando que llegue la cena. La única forma de superar a la muerte es celebrando la vida con todos los que queremos.
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