
Vericuetos
Raúl Cueto
El monte de los olivos
ESPAÑA tiene un Gobierno que pretende cumplir su función sin someterse a la mayoría parlamentaria que lo legitima. No se vota: por decreto. Sean los Presupuestos Generales del Estado, el aumento del gasto en Defensa o cualquier asunto de Estado que evidencie que no hay mayoría que sustente al Ejecutivo. Aun así se barruntan nuevas derrotas parlamentarias. La próxima: la reducción de la jornada laboral impuesta junto con los sindicatos y sin la patronal. Veremos si el rechazo de Junts se materializa cuando el proyecto de ley se someta al criterio del Congreso.
Con ser ésta una grave deriva iliberal y escasamente democrática, la preocupación se dispara por las respuestas de un Gobierno acorralado en su laberinto que busca una salida alternativa a la que se da en las democracias avanzadas: convocar elecciones. Y más cuando la gestión le desborda y hace olvidar los innegables buenos datos macroeconómicos y de creación de empleo. Otra cosa es en la economía doméstica de muchos españoles.
La sensación de que un Gobierno naufraga en el caos es muy difícil de revertir. Y ésa es la que temen que haya calado entre los españoles tras la concatenación de dos lunes negros en los que España tuvo un apagón histórico y el enésimo colapso ferroviario.
Ante esa incapacidad, las respuestas son populistas. Cuando no se puede explicar por qué Portugal y España se quedaron sin suministro eléctrico y nadie se hace responsable de tal desastre, se crean enemigos a los que culpar. Se polariza. Ahí entran los ataques a las energéticas “ultrarricas” y la denostación de la energía nuclear frente las renovables. Se inventa una disyuntiva que no es tal. No hay que renunciar a ninguna.
Igual de populista es la reacción al dictamen de Competencia respecto a la opa hostil de BBVA sobre Banco Sabadell. El Gobierno no ha preguntado a los españoles por asuntos que ponen en cuestión el propio sistema de separación de poderes, como una amnistía aprobada en el Congreso obviando que la ponencia de la Constitución rechazó por dos veces dotar al Legislativo de la capacidad de enmendar al Judicial. Tampoco ha preguntado si los españoles creen que hay que aumentar el gasto den Defensa –que tampoco se vota ni en las Cámaras–. Pero se convoca una consulta pública para que se pronuncien por tecnicismos de una opa bancaria solo porque no la puede vetar.
Recurrir al populismo por incapacidad propia y enfrentar a los españoles solo con el objetivo de retener el poder supone un riesgo sistémico y exige un rechazo masivo.
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