A mí, que no me miren

Tampoco son responsabilidad de nadie las personas que, en su proceso de huida del hambre, la guerra y la violencia, se quedan enterradas en las aguas profundas de algún mar u océano, como esos “pellets”

Pellets mezclados con arena gruesa en la playa de Lago, situada en el concello coruñés de Camariñas.
Pellets mezclados con arena gruesa en la playa de Lago, situada en el concello coruñés de Camariñas. / Cabalar/EFE

17 de enero 2024 - 13:03

Muchos de los sucesos que escucho estos días me traen a la cabeza ese momento de cuando éramos pequeños y nos preguntaban tras algún desastre individual o colectivo: ¿Quién ha sido? El que había sido no se delataba y la mayoría de las veces generaba la complicidad colectiva del resto.

La responsabilidad individual es la obligación que tiene cada persona de tomar decisiones y actuar de manera ética; y la colectiva, responsabiliza a un grupo o comunidad por las acciones o decisiones tomadas por alguno de sus miembros que pueden tener consecuencias para todo el grupo.

Estamos viendo estos días una nueva entrega de vertidos contaminantes en Galicia y nadie asume la responsabilidad. Me pongo a investigar sobre vertidos y aparecen un montón de situaciones similares que han sido denunciadas, y no resueltas, algunas desde hace más de veinticinco años. Demasiado planeta nos queda para las barbaridades que hacemos con él.

Tampoco son responsabilidad de nadie las personas que, en su proceso de huida del hambre, la guerra y la violencia, se quedan enterradas en las aguas profundas de algún mar u océano, como esos “pellets”. Igual está sucediendo en Palestina, más de cien días de ataques contra un pueblo que se muere y que no genera la sensibilidad ni la rabia que producen otras guerras. Empezaron bombardeando el norte, ahora el sur y el centro de la Franja. Seguro que alguien está pensando que se podrían tirar al mar, total, están siendo expulsados sistemáticamente de su tierra desde hace décadas con el beneplácito de una sociedad entrenada en la indolencia.

Tenían una vida como la nuestra, vivían en una casa, de una calle, de un barrio, de una ciudad, tenían hijos e hijas que iban al colegio y a la universidad, unos padres con los que comer los domingos, guardaban fotos y recuerdos, iban al cine y al centro comercial, etc. Pero estos no le duelen a casi nadie, igual que los cadáveres tragados por el mar.

Hay dos pilares básicos para mí indicativos de que una persona y una sociedad tienen buena salud mental y social; estos son la conciencia y la responsabilidad.

La madurez de una sociedad pasa por ser responsables en cualquiera de sus dimensiones, y es Sudáfrica, el único país que asume su responsabilidad y en conciencia denuncia a Israel por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia en la Haya. Nos están dando una lección de humanidad y de compromiso en toda regla al resto de los países, a algunos nos llaman “civilizados”.

Lo que temo es que, con el tiempo, las próximas generaciones nos preguntarán ¿Quién ha sido?, y quizás sea demasiado tarde y eso nos hará inevitablemente cómplices.

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