La primera piedra

Rosa de los vientos

28 de octubre 2024 - 10:31

La bomba informativa saltó el pasado jueves y, lo que parecía una simple dimisión, acaba por convertirse en el serial de este otoño, con permiso de Ábalos y demás políticos/personajes en el foco mediático. 

Se despedía el expodemita Íñigo Errejón de su cargo de parlamentario de Sumar en el Congreso de los Diputados, y de la política, con una carta entre surrealista y ególatra, intentando explicar una decisión nada voluntaria a base de planear sobre la verdad sin llegar a decirla nunca. Sobrevolando el asunto sin mojarse, como en muchos editoriales de periódicos que no voy a nombrar.  

Cuando escribo estas líneas sólo hay una denuncia formal, pendiente de ser admitida a trámite por la Justicia, pero la cascada de casos florece en redes sociales, después de que la periodista Cristina Fallarás abriera la espita en su instagram. La primera que se atrevió a reproducir lo que, parece ser, era un secreto a voces en los círculos más o menos cercanos del político.  

Sorprende semejante grado de hipocresía, del tenaz feminista luchador contra el maltrato hacia la mujer por la mañana y agresor consumado por la tarde. Pero no me sorprende, en absoluto, que suceda. Muy, pero que muy poco sale a la luz. Hay hombres, en cualquier partido político o esfera de la vida en general, que confunden el poder con patente de corso para abusos y maltratos, como si esa forma de actuar fuera o fuese inherente al cargo.  

Que nadie se rasgue las vestiduras, porque desde el caso Nevenka, hace 20 años, las hemerotecas están llenas de infames historias de maltratadores. El llamado movimiento “#me too” se ha encargado de poner sobre la mesa nombres de famosos, empresarios, artistas y personajes públicos, maltratadores de libro, que antes eran intocables, con abusos que creían que quedarían impunes.  

Sí, #yo también conozco ese perfil de macho alfa, misógino y acomplejado. Como la gran mayoría de las mujeres. Está entre nosotros, a menudo disfrazado del mejor jefe, marido, hermano, vecino... Tan buenas personas que, cuando salen a la luz sus abusos, no hay quien se lo crea. Por eso las víctimas no denuncian. O no tanto como deberían.  

Otro componente significativo, y del que poco se habla estos días, es el efecto que las adicciones tienen en este tipo de personas. Establecer cursos de formación feminista está bien, pero mucho más efectivo sería, implantar controles antidroga en todas las instancias políticas, desde diputados a senadores, alcaldes… igual que existe en el mundo del deporte. Por obligación, periódicos y sin excepciones. 

El desenlace, llegados a este punto, conduce directo al libro de aventuras más grande jamás escrito, la Biblia. Y al evangelio según san Juan 8,1-11: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.  

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