Por montera
Mariló Montero
Mi buena vecina
Notas al margen
Ya no quedan portavoces del Gobierno como los de antes, con esa enorme lucidez y esa gran capacidad de escapatoria, dada su facilidad de palabra. Ahora los portavoces del Congreso son tan rígidos como espantapájaros, porque sólo pueden decir lo que conviene al jefe. Pilar Alegría no convenció a nadie al asegurar ante la prensa que el archivo de la causa contra Begoña Gómez está más cerca que nunca, tras el dictamen de la Audiencia de Madrid. Para ella no existe un hecho delictivo claro, aunque la Justicia sostiene todo lo contrario. La ministra de Educación no goza de un gran recorrido y tampoco sabe fintar ante los periodistas. No conecta ni cuando dice la verdad. No admite preguntas y cuando lo hace, responde como una autómata. Tiene que ser muy duro para la portavoz del Gobierno enfrentarse después de cada Consejo de Ministros a una prensa sedienta de respuestas sin conceder un centímetro a la espontaneidad y con la disciplina de una presentadora de las noticias de Corea del Norte. Cuanto más alto denuncia que estamos ante una persecución terrible de la mujer del presidente, más sospechas extiende sobre el caso. Y una buena portavoz del Gobierno no puede fallar ante la cámara, sobre todo, cuando navega entre bulos y mentiras. Para convencer al personal con el arte de la oratoria hay que ser muy bueno. Nadie dudaba de Adolfo Suárez cuando apelaba a su célebre “puedo prometer y prometo”... Y Alfonso Guerra era capaz de convencerte de que el paro había bajado en plena crisis de la Expo’92. Nuestros líderes ahora no le dicen la verdad ni al médico. Y Alegría a este paso no logrará ni un certificado de asistencia si no se aplica con más oficio. Ahora que hasta los populares admiten en privado que sabían que la reforma de la ley que modifica el cumplimiento de las penas en el extranjero también aliviaría las condenas de decenas de etarras, la portavoz debería repasar sus cantadas. La política consiste en transmitir o no transmitir, y hay que tener buena memoria para mentir.
Los populares también tendrían que asumir su responsabilidad. Feijóo no puede conformarse con hablar de un “error inaceptable”. Es más que probable que Tellado no se enterara de nada. Pero es imposible que ninguno de los populares, ni siquiera los que participaron en la ponencia de la reforma, supiera que también se convalidarían las penas de los presos de ETA. No se lo tragan ni las familias de las víctimas: o son unos cínicos desahogados o unos incompetentes extraordinarios. Feijóo haría bien en fijarse más en Sánchez. El presidente es incapaz de mentir. Cambia de criterio según sople el viento sin mover un músculo de la cara, aunque a veces el masetero le traicione. Como reinterpreta la realidad a su antojo, su entorno exhibe preocupación cero con el caso Koldo. Ya se desmarcó de su ex ministro Ábalos y ha prometido que no habrá impunidad. Fijo. Pilar Alegría dará la cara con su cintura de madera atrapada en su telaraña.
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