Santa Teresa y Sevilla
Pésima opinión
Crónica personal
El asunto García Ortíz ha traspasado todas las barreras de la decencia política, personal... y profesional. Si ya es delito que un Fiscal General del Estado esté imputado, más delito es todavía que, con una investigación judicial iniciada, lo que García Ortiz sabía mejor que nadie, anule pruebas fundamentales de esa investigación y borre de su teléfono móvil y ordenador los mensajes y whatsapp emitidos y recibidos.
No solo eso, sino que él y Sánchez tienen en bajísimo concepto el nivel de inteligencia de los españoles. Lo primero, porque no pensaron ninguno de los dos que la mayoría de los españoles, al tener noticia del borrado, dedujeron de inmediato que el Fiscal General estaba demostrando así su culpabilidad, porque intentaba borrar las pruebas claras que lo demostraban. Más pecado todavía el del presidente que, sin titubear, ha exigido que los españoles pidan perdón al fiscal porque al no haber pruebas se ha demostrado que no cometió delito. Santo varón, diría Tip. Tanto del fiscal como del presidente. Lo que ocurre es que, en ocasiones, cuando los santos varones toman iniciativas confiando solo en su bondad, el resultado es que se convierten en tontos de solemnidad.
Sánchez y García Ortiz deben ser los únicos españoles que creen que el borrado ha sido una jugada maestra y el Fiscal General queda libre de cualquier clase de sospecha.
La maniobra de García Ortiz ha sido tan burda, tan tosca, que cuesta creer que haya ganado una oposición a fiscal. En cuanto a que alcanzara la Fiscalía General, visto lo visto, ya no cabe duda de que efectivamente ha llegado tan alto no por sabiduría sino por su estrecha relación con su antecesora en la Fiscalía la ex ministra Dolores Delgado. A la que ha tratado de responder con iguales favores, pero han sido cuestionados no solo por gran parte de los fiscales compañeros de los dos sino también por el Supremo.
A ver qué nuevas sorpresas encontramos los próximos días, porque esta historia de los borrados da para un serial, y además ha puesto más de manifiesto que nunca que no estamos precisamente en las mejores manos, y que destacados personajes aparentemente corruptos se movían muy bien en las aguas gubernamentales. Con todo, un coro sanchista jaleando a quienes han hecho negocios económicos extraordinarios. Los tribunales dirán quiénes exactamente y qué cantidades.
Sufrimos también la incomodidad de comprobar que en el equipo presidencial, el de gobierno y el de Ferraz, el servilismo traspasa todas las barreras y hay cola para ver quién tapa mejor las vergüenzas de algunos altos cargos. Incluso las vergüenzas de quienes, imputados por la justicia, intentan destruir las pruebas que demostrarían que estaban bien imputados, e incluso la cosa podría ir a mayores.
¿Hasta dónde de lejos pretende ir Pedro Sánchez para deshacerse de Isabel Ayuso? Una dirigente política que ha humillado al PSOE en Madrid y que, cuanto más la ataca el sanchismo, más frutos recoge en forma de votos.
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