Brindis al sol
Alberto González Troyano
Retorno de Páramo
El salón de los espejos
El PSOE de Andalucía evitó el pasado viernes en su Comité Director celebrado en Jaén dar un espectáculo público de grave ruptura porque la Ejecutiva Regional pidió a “una persona seria” que intermediara para evitarlo. El emisario planteó un pacto entre las diferentes familias socialistas que todo el mundo cumplió. Y esa fue la noticia, lo insólito. Que una persona respetada lograse convencer a todos para poner por delante de los intereses particulares, y probablemente legítimos, en pos del bien común debería ser habitual o, al menos, no llamarnos la atención. Pero la crispación y polarización que vive la política (¿o deberíamos decir la sociedad?) es tan grave que ese acuerdo nos dejó perplejos. Sobre todo si se mantiene en el tiempo como parece que va a suceder.
Hay verdadera preocupación en las instituciones andaluzas, no sólo en las políticas, también en las sociales y económicas, por la falta de sentido común, de sosiego y, también, de respeto a unos valores colectivos. Parece que se han roto todas las reglas, que no hay consensos que nos unan; ni siquiera somos capaces de ponernos de acuerdo ni en los pilares de la sociedad. Y han desaparecido las figuras de respeto. Si una persona en el mundo científico, de las humanidades o del arte, sobresale por encima de la media, tiene que aguantar críticas feroces, muchas de ellas indocumentadas, y que van más allá de la sana discrepancia.
¿Hemos perdido la capacidad de debatir? ¿Los argumentos para una discusión en términos racionales? Tal vez estemos viviendo una regresión histórica. En estas fechas de encuentros familiares se evidencian más estos problemas. Nos encontramos obligadamente con personas con las que no compartimos absolutamente nada. Nuestros mayores, que han vivido la imposición del silencio durante los cuarenta años de Oprobiosa, no ven otra salida que mandarnos callar para evitar discusiones. Pasar un buen rato no debería estar reñido con expresar nuestras opiniones y compartir la diversidad que nos enriquece.
Si antes había un cuñado que metía la pata tradicionalmente en todas las mesas familiares, ahora el raro es el que no lo hace. Hay, además, determinados colectivos que viven un calvario en estas citas que se suponen son para celebrar el amor universal. Las personas trans, los extranjeros que han encontrado una pareja española, quienes tienen problemas de anorexia o bulimia, los veganos, quienes no beben alcohol o los que beben demasiado, o los que no son heteronormativos se sienten excluidos cuando no insultados.
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