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España padece en los últimos meses el servicio “premium” del que disfrutamos siempre los jiennenses cada vez que osamos subirnos al tren. Una lotería de retrasos, nulas prestaciones e incomodidades varias, pero siempre con la certeza de que el viaje ni será rápido, ni eficiente, ni estará bien conectado con el resto del país. Premio seguro.
No se acostumbra esa España moderna a estas incomodidades, alza la voz y arremete contra la clase política que llega siempre en hora. Conexiones en directo para pulsar el enfado ciudadano en las madrileñas Atocha, Chamartín o la barcelonesa Estación de Sants. Gente de bien, que “ora et labora”, y cuyos votos valen mucho más que los de los jiennenses en la reserva. Ellos son necesarios, nosotros hacemos bulto electoral. El contingente del que dispone el mando de turno.
Como si de un castigo divino se tratara, ni nuestra ubicación como presunta puerta de Andalucía nos permitió hacer una transición digna hacia un servicio ferroviario que despegaba por otras latitudes patrias. Arrinconados por el decreto gubernativo de turno, el jiennense se ha acostumbrado a unas carencias que limitan presente y futuro.
Hoy, la provincia, con el concienzudo desmantelamiento sufrido, es una caricatura de lo que fue su pasado ferroviario y los jiennenses monigotes a los que se presta servicios de tercera. Y chitón.
En septiembre, se cerrará la taquilla de la estación de Andújar, una máquina detallará entonces a todas las estaciones donde no podemos viajar, con la frialdad propia con la que Renfe trata al pasaje jiennense. Sin trenes, sin personal y sin viajeros, que en esas están.
Pero salgamos de la reserva, el “estilo Jaén” será momentáneo, según aclara el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, que afirmó, didáctico como es él, que estas incomodidades son fruto de todas las grandes obras proyectadas por su Gobierno. Ninguna de enjundia para la provincia, por cierto.
Cuestión de no ser estratégicos, en Almería, sin ir más lejos, la línea de alta velocidad Murcia-Almería, con 200 kilómetros de longitud, cuenta con una inversión de 3.500 millones de euros. Allí trabajan, al tiempo, en tres subtramos que suman 69 kilómetros con una inversión de 463 millones de euros.
Dicho lo cual, de vuelta al titular y por aquello de justificarlo, diremos, que, en términos taurinos, faena de aliño es aquella que realiza el espada, sin adornarse y sin intención artística alguna, con el único objetivo de preparar al toro para la muerte.
Proceda, maestro, a terminar con esta agonía. Denos la puntilla que nos merecemos.
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