Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Cambio de sentido
Los latinos preguntan, Donald Trump responde, se llama el programa de Univisión. Mientras cachucheo, lo escucho de fondo. Un joven de origen mexicano, el primero de sus castas en poder sacarse una carrera –endeudándose para ello–, trabaja de repartidor. Le pregunta a Trump si con él tendrá ocasión de promocionarse en aquello para lo que ha estudiado. Respuesta: sí. Para ello bajará los impuestos a las grandes corporaciones. Es la pirula argumental preferida del neoliberarismo: la mejor vía para favorecer a los desfavorecidos es favorecer a los favorecidos; apenas habrá servicios públicos, pero te caerán migajas. Pues hay menesterosos a quienes convencen. Una mujer, hija de inmigrantes mexicanos, se interesa por las medidas de endurecimiento de control de las fronteras. Nadie más papista que un converso. En la boca del candidato, la palabra “inmigración” se ensaliva y revuelve con “delincuentes”, “crimen”, “disparar”, “ISIS”, “frontera fuerte”. Un cóctel de miedo. Pues cuela. El siguiente le pregunta si mantiene eso de que en Springfield los haitianos se comen a las mascotas. Arroz con gato, en los mejores ventorros de Massachussetts. Responde que él solo dice lo que dicen las noticias. ¡Buen truco! Y así sigue, descabellado y despelucado, argumentando que para la paz ciudadana hacen falta pistolas, llamando “mala gente” a los otros, quienesquiera que sean, y arguyendo que lo del Capitolio fue una marcha pacífica y patriótica. Cabe inferir que, para él, la patria es él. Esto me suena.
Este disco rayado y sus grandes éxitos cantados en español –falacias, constructos, mentiras, entelequias, absurdos y pamplinas como estas– se repican aquí en copia simple y adaptadas al guion carpetovetónico, de modo tal que asistimos boquipláticas a la desfachatez de las más trumpistas del ruedo ibérico. Se puede ser lo que se sea, de unas ideas u otras, y no faltar a la razón. Sin embargo, lo que triunfa en la política internacional y doméstica es esto otro, la falta de razón común, el dislate y el azuzamiento de un miedo calculadamente inoculado. Famosa es la cita atribuida a Unamuno en aquel infausto 12 de Octubre en el Paraninfo: Venceréis pero no convenceréis. Lo confieso: a veces, mirando la tele y las redes, temo que los Trumps del mundo acaben convenciendo a base de sinrazones. Mas luego bajo a la calle, al contacto en persona, a la vida diaria, me rozo con ella, y al fin me sonrío: los de “¡Muera la inteligencia!”, don Miguel, siguen sin convencernos.
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