
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
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La Barqueta
El pasado martes la Tertulia Flamenca de Triana homenajeó a José Sánchez Bernal, Naranjito de Triana, en la Sala El Cachorro y en colaboración con la familia del artista. El maestro se fue en 2002, dejando no solo una obra discográfica importante sino una legión de amigos y seguidores. El cantaor más importante que ha dado Triana sí era del arrabal, de la calle Fabié. Otros artistas, encumbrados, no lo eran y están en todos los libros de los últimos dos siglos. El Planeta, el Fillo, Frasco el Colorao, Tomás el Nitri, Faíco, Mojigongo y Fernando el de Triana no nacieron en el barrio. Algunos ni vivieron siquiera allí. Naranjo nació y murió en su barrio y llevó su nombre por todo el mundo. Tiene un monumento frente al Hotel Triana, que otros no tienen. De acuerdo. Pero Sevilla está siendo demasiado cicatera con este artista.
Paco el Gandul y Ramón el Ollero en el XIX, y Naranjito en el siglo XX, fueron los más importantes del cante trianero. Los célebres Manuel Cagancho, Curro Puya, Juan el Pelao o Francisco la Perla no fueron profesionales del cante, sino herreros que cantaban solo en reuniones familiares o de cabales. Naranjito fue uno de los mejores profesionales de su tiempo, un artista que dignificó el cante jondo y que aportó cosas importantes en muchos palos, que hoy cantan sus discípulos por todo el mundo. Palos como las soleares y las seguiriyas trianeras, los tangos de El Titi o las peteneras de Medina y Pastora. Nunca vi a Naranjo afónico en un escenario, ni mal vestido, ni con copas, algo que era normal hace décadas. Era un señor de pies a cabeza y no entiendo que esté tan olvidado. Es verdad que lo defiende su obra y que solo se muere del todo lo que se olvida. Mientras estén ahí su esposa y sus hijos, que lo siguen amando, y sus amigos, entre los que me cuento, su cante no morirá nunca. El cante grande de un trianero que, además, tenía una gracia fina y elegante, lejos de la chabacanería reinante.
Un día lo acompañé a él y a su guitarrista José Cala El Poeta a un pueblo de la sierra de Málaga, donde tenían un recital. Cuando llegamos había caído el diluvio universal y bajaba el agua por las calles arrastrando todo lo que se encontraba a su paso. Vimos a un municipal y Naranjo abrió la ventanilla del coche para decirle algo que nos dejó patidifusos: “Hola, somos los fontaneros. Venimos a arreglar la tubería”. El municipal lo reconoció y se quitó la gorra para recibirlo. Era un genio, un ser nacido para el arte grande.
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