SALA DE ESPERA
Jesús Vicioso
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Tras sus frases pretendidamente grandilocuentes está el discurso poco creíble de siempre. Uno los cree los primeros 30 segundos, hasta ahí nos llega su hechizo. Se lo han ganado a pulso. La distancia entre la población en momentos como los actuales y los políticos que nos representan es sideral. Su ecosistema cerrado, alejado de sus votantes, les permite vivir en una galaxia paralela poco ventilada. Sus trajes huelen a cerrado, hablan en un idioma parecido al nuestro y andan casi como nosotros.
Son fruto de una endogamia en la que no hay selección natural alguna, llegan a la cúspide, en un altísimo porcentaje, no los mejor preparados, sino los que tienen una capacidad de aguante ilimitada. Callan y otorgan, no se salen de su argumentario vacuo y forman parte del paisaje. Su vida política les ha dado para varias dimisiones, pero son el gato en una matanza.
No hay currículum que los sostenga, pero sí batallas fratricidas en su partido con las que hicieron fortuna. Buscaron alianzas oportunas, cortaron las cabezas necesarias y llegaron donde están más preocupados de su situación orgánica que de su vocación primigenia. El servicio público pasó al último renglón de su contrato.
Sus cambalaches están por encima de todo: ¿cómo iban a parar una votación para nombrar consejeros en RTVE si les va la vida en ello? Ya sabemos que los diputados, a priori, no están para achicar agua, pero cada uno desde su frente debe ganarse el plato de lentejas con la mayor dignidad posible. No es el caso.
Corren para hacerse la foto, para culparse lo más sibilinamente posible, que no se note mucho que estamos en plena tragedia. No están a la altura y lo demuestran siempre que tienen ocasión. Son el ejército de Pancho Villa. Practican la rapiña ideológica y les va bien, porque nos tienen separados, enfrentados.
Su altanería los lleva a tratar con desdén, incluso, a los familiares de las víctimas. La empatía para mañana. Su perdón y asunción de responsabilidades solamente les sirve para ganar más tiempo.
Frente al ejemplo ciudadano, el trabajo en equipo, la solidaridad pura hasta el agotamiento su inoperancia, su falta de tensión, su egocentrismo. Ellos sí están desbordados. España, con su nudo en la garganta, ha puesto el listón moral muy alto y ellos, a la vista está, no dan la talla.
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