
Ropa Vieja
Martín Lorenzo Paredes Aparicio
En el tajo
Alto y claro
El alcalde, José Luis Sanz, está recibiendo fuego amigo. Pero no solo por el follón interno que se ha montado en el Partido Popular de Sevilla tras las revelaciones publicadas por este periódico sobre sobresueldos, comilonas o autobuses pagados con fondos públicos para llenar mítines. También en esas ciénagas que son las redes sociales al alcalde, muchos que se dicen partidarios del PP, le están dando de lo lindo porque ha decidido dar la Medalla de Sevilla a Alfredo Sánchez Monteseirín. Una muestra más de hasta qué punto el odio se ha adueñado de muchas mentes, pero no sólo eso: vivimos tiempos de sectarismo en los que los muros se levantan con una facilidad pasmosa porque muchos mediocres se sienten cobijados por ellos.
Con la medalla a Monteseirín, Sanz no solo ha tenido un gesto de generosidad que lo dignifica como un alcalde que no se pone anteojeras y que lo quiere ser de todos los sevillanos, independientemente de la papeleta que cada cuatro años meta en la urna. También es una muestra de justicia que reconoce la labor de un antecesor que resistió la friolera de doce años en el sillón de la Plaza Nueva, más que ningún otro en democracia, y que aprovechó esa década larga para cambiar la cara de la ciudad
Otra cosa es lo que cada ciudadano pueda pensar de cómo le cambió la cara a Sevilla y si se equivocó mucho o nada. De lo que no cabe duda es de que sin él no se hubiera peatonalizado la Avenida ni se hubiera puesto en marcha el tranvía o la Encarnación sería otra sin la revitalización que para toda esa zona del Casco Antiguo ha supuesto la Setas. Podrá gustar más o menos y el que arriba firma no le ahorró críticas por unas obras que traspasaban la barrera de lo que siempre han sido los cánones de la ciudad. Pero después de la transformación que supuso la Expo de 1992 el único cambio urbano que se ha hecho en Sevilla digno de ese nombre es la que protagonizó el alcalde socialista.
No sobra que, alejado ya de la política y con la salud bastante quebrantada, llegue para él la hora de los homenajes y las condecoraciones. Que una, y muy destacada, venga de un alcalde de otro partido político es una muestra de normalidad institucional y de talante democrático que debe ser elogiada en unos tiempos en que la mezquindad y la estrechez de miras están a la orden del día.
La de Alfredo Sánchez Monteseirín fue una etapa importante en la historia reciente de Sevilla. Junto a Manuel del Valle, que gobernó las vísperas de la Exposicón Universal, el protagonista más importante de la vida municipal desde la década de los ochenta. Justo es que ese papel se le reconozca y que de paso se le compense por las muchas críticas despiadadas y descalificaciones que recibió mientras estuvo en la Alcaldía y que convirtieron sus últimos años en el cargo en algo muy parecido a un linchamiento político.
También te puede interesar
Ropa Vieja
Martín Lorenzo Paredes Aparicio
En el tajo
Crónica personal
Pilar Cernuda
Zapatero y los dictadores
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Metáfora y meta
La ciudad y los días
Carlos Colón
Meditación pasoliniana
Lo último