Santa Teresa y Sevilla
Maneras de vivir la Navidad
¡Oh, Fabio!
Hace años que dejé de gruñir por Navidad. Comprendí que era una actitud adolescente e impostada. La celebración del nacimiento de Jesús es uno de los momentos más hermosos del año. También una explosión de horterismo consumista y aculturación nórdica, con esas estampas llenas de renos y montañas nevadas que nada tienen que ver con nuestra realidad ni con lo que verdaderamente celebramos. Pero uno aprende a vivir las Pascuas de acuerdo a sus gustos, creencias y posibilidades, sin tomarse a pecho las ridiculeces de los demás, que no son mayores que las propias. La Navidad es una oportunidad más para alimentar mi alma poliédrica. Por una parte, vivo unas fiestas pastoriles, de recias maneras castellanas, con sus villancicos de Juan del Encina, sus mazapanes mozárabes, sus oraciones castizas, sus corderos horneados y sus mañanas de frío, campo y sol. Pero también me place dar rienda suelta a mi afrancesamiento urbano y gusto por la frivolité, sobre todo en lo que a la gastronomía se refiere. Hay un tipo de sevillano que le gusta vestir en inglés y comer en francés. Y hay días que yo amanezco de esa guisa. La Navidad es una de las fechas del año en las que me reencuentro con el vino de champaña, gusto heredado de mis mayores. No es solo una cuestión enológica, sino de actitud ante la vida. El champagne es el gran vino de la noche, la alegría y la picardía. Su ingesta es la mejor manera de recibir al Niño Dios, gozo de nuestros corazones. Un amigo sabio me dijo en cierta ocasión que fueron los ingleses los que verdaderamente descubrieron y valoraron las posibilidades lúdicas del champagne (no aguanto el enanismo de la palabra española champán), el vino juguetón por excelencia. Así que ya no sé si el gusto por sus burbujas es francofilia o anglofilia. En cualquier caso, sean las dos bienvenidas, que son días de fraternidad. Tampoco hago asco a una Navidad Dos Sicilias –por decirlo de alguna manera–, esa que encontramos en todos los belenes napolitanos o napolizantes que encontramos en iglesias y casas sevillanas, dioramas contrarreformistas donde los sembrados se hacen con damascos, los ríos con tisú y los montes con corchos de las dehesas ibéricas. Incluso, con el tiempo, me he reconciliado con las Christmasmainstream, salvadas por el genio de Dickens, las carnes jamonas de las mamás noels y la voz de Sinatra. Todos los países, vinos, viandas, horrores estéticos, lucecitas, geografías, paganismos, sahumerios, oraciones, coplas, guitarras, almireces, panderetas, aguardientes, mantecados, crustáceos, lechazos y jabugos son poca cosa para celebrar el natalicio del hijo de María y José.
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