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Rafael Sánchez Saus
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Crónicas levantiscas
La madre de todas las conspiraciones es la que sostiene que no es la economía ni la política ni las pasiones humanas las que gobiernan el mundo desde el caos a cierto orden internacional y compartido, sino un grupo secretísimo de hombres multimillonarios que planifica las estrategias de unos líderes internacionales, cuyos papeles se verían reducidos al de meras marionetas. El club Bildeberg se enmarca dentro de esta conspiración. Como el complejo industrial militar de Estados Unidos, señalado como el asesino de JFK, o en su día los sabios de Sión. La condición básica de todos estos personajes es su carácter supremo, secreto y multimillonario. Malos, malísimos.
Hasta un escéptico, y quizás por esta condición, admite que hay un poder económico que siempre ha tratado de influir en el político y que, incluso, éste se somete a esos intereses, pero eso forma parte de la transacción global de apariencia caótica que dirige el mundo con constantes ajustes violentos en forma de revoluciones, guerras y contrarrevoluciones. Lo nuestro.
Pero la administración Trump podría ser la prueba, la pistola humeante, de esta magna conspiración, sino fuera porque los propios conspiranóicos la han acogido como la receta universal para acabar con los verdaderos conspiradores.
El hombre más rico del mundo, Elon Musk, no sólo dirigirá el Departamento para la Eficiciencia Gubernamental, sino que se ha convertido en estos últimos días de la administración Biden en una suerte de vicepresidente político al estilo europeo, capaz de amedrentar desde su red X al Congreso de los Estados Unidos para aflojar el gasto antes de que Donald Trump –¿su protegido?– asuma el poder de modo oficial el próximo 20 de enero.
Musk es el más rico, pero sólo uno más de un elenco de personajes de Forbes que ahora sí gobernará en lo que parece ser una plutocracia de libro. El propietario de X viene a blindar Tesla de la competencia internacional mediante un cierre arancelario, a engolfar las redes y la Inteligencia Artificial y a intentar llegar a Marte. Tal como ha financiado a Trump con 260 millones de dólares, ahora lo hará con Nigel Farage en el Reino Unido y ya está apoyando desde X a Alternativa para Alemania (AfD). Sí, cabe pensar que Trump es poco más que su marioneta, un bravucón que quiere comprar Groenlandia, anexionarse Canadá y humillar a los líderes internacionales mientras otros le manejan el mundo.
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