Y llegó el Gran Poder

Las dos orillas

11 de diciembre 2024 - 03:07

Al llegar a la Catedral, el Señor se encontró con un amanecer de color celeste pálido. Un cielo que parecía la capa de la Purísima, en esa mañana del 8 de diciembre. Dentro de la Catedral, iba a ocurrir algo inimaginable en los mejores sueños. El Señor se detuvo ante el Cristo de San Agustín, que reproduce una de las devociones más antiguas de Sevilla. ¿Cuántos moribundos le rezarían a la antigua imagen en otros siglos? El Señor se quedó, poco después, ante la Virgen del Socorro, la Madre del Crucificado del Amor, que fue tallado por las mismas manos de Juan de Mesa. El Señor, cuando llegó a la altura del altar de plata, se volvió frente a la Virgen de los Reyes. Era una mañana fría. Ahí latía el recuerdo de una madrugada fría, en la Catedral a oscuras, cuando el monumento con el Santísimo brillaba en la Capilla Real, y el Gran Poder de Dios pasaba ante la Reina de los Reyes.

El Señor llegó al trascoro. Al fondo, estaban la Virgen de Setefilla, con la que Lora del Río derrota a Satanás. La Virgen de Valme, que es la gloria de Dos Hermanas. La Virgen de Consolación, con la barquita que navega desde Utrera por los mares de la salvación. ¿Quién hubiera soñado que esas patronas, con el Niño en brazos, se encontrarían con el Hombre que camina con su cruz hacia el martirio? Era su Hijo, el mismo Niño Jesús, que creció y es el Señor de Sevilla.

Pero lo más increíble aún estaba por llegar. Allí nos apiñamos un grupo de hermanos de cuatro cofradías sevillanas, delegados del Consejo de Hermandades, canónigos, reporteros gráficos… Veríamos algo inolvidable.

El Gran Poder se encuentra al Cachorro. Como si se vieran en el espejo del río el Señor con la cruz y el Señor agonizando en la misma cruz. Misterio doloroso. Los ojos del Gran Poder son los mismos ojos del Cristo que expira. ¿Y dónde hay más dolor, cuando ya todo es dolor y se va a consumar?

Pero el Gran Poder se encuentra con la Esperanza de su Madre, cara a cara. El Señor de Sevilla delante de la Esperanza de Triana. Las dos orillas de la devoción. La fe que navega a ambos lados del mismo río, por donde fluyen los amores de Sevilla. Las caras morenas, que vemos en la Madre y en el Hijo, brillan con los rezos de quienes los veían con lágrimas en los ojos.

Y el Gran Poder ante la Esperanza Macarena. Ya no hay concordia que valga. Aquí está la Madrugada, con su razón más pura y limpia, un 8 de diciembre. Aquí no vemos a los armaos que acuden a San Lorenzo, sino que nos armamos de valor, para abrir bien los ojos. El Gran Poder del Señor junto a la Esperanza Macarena. Y ya todos los milagros nos saben a poco. Ahí quedó el Gran Poder de Dios junto a las Esperanzas del mundo.

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