
En tránsito
Eduardo Jordá
Inocencia
EN LINEA
Dicen que lo vieron salir de noche. Hay relatos periodísticos, con intrépidos camarógrafos, que filmaron la leyenda con cierta épica. Era un discurrir, por otro lado, nada felino, dado que la criatura daba unos primeros pasos, algo torpes, después de una larga hibernación. Cazarlo no requería, por lo tanto, esfuerzo titánico alguno; el bicho, de hecho, posaba, pero hay que darle cierta mística a las crónicas para que mantengan su interés, que no está el Santo Reino sobrado de historias, tengan estas final feliz o no. "Histórico acontecimiento", se apresuraban a redactar.
Así las cosas, en acotada salida al campo, la criatura comprobó que, a pesar del duermevela, la ciudad poco había cambiado. Casi todo estaba en el mismo sitio, lo que sí recordaba el bicho era la algarabía, el soberano público en las calles en las otras citas en las que salió al encuentro del populacho. La leyenda parecía perder fuelle.
En el terreno de lo paranormal hay fantasmas, fenómenos y otras “teleplastias” a las que se les coge cariño, forman parte del paisanaje de cada pueblo y se sacan de paseo cada cierto tiempo para que se aireen y nos refuercen en nuestras costumbres. La tradición oral les va tejiendo el relato y cada uno aporta su parrafito para conformar una historia con la que explicar el fenómeno. “Cuando lo vi...”, “yo estaba allí...”, “te juro que me monté en él...”.
El tranvía, como el lagarto de Jaén, tiene mucho de maldición para la ciudad. Si el mítico dragón tenía a los vecinos de la Magdalena atemorizados, esta sierpe metálica ha condicionado la ciudad de tal forma que, sin ser mito, tampoco hay quien pueda explicarlo fácilmente.
Aquel reptil entrado en carnes devoraba a quien iba a por agua y a las ovejas que se pusieran en su camino, el metálico contemporáneo, por su parte, se zampa alforjas repletas de euros y lo hace, incluso, cuando duerme en la cueva. "Cosas veredes, amigo Sancho, que fará fablar las piedras".
En este tiempo, a muchos vecinos, por diversas razones, les ha quitado el sueño. Políticos, sin embargo, no se ha zampado a ninguno, ni tan siquiera metafóricamente.
Durante muchos años ha sido motivo de escarnio, los foráneos se mofaban de la supuesta criatura que albergaban nuestras calles y nos cuestionaban, entre chanzas, que cuándo volvería a salir. La callada por respuesta era lo más sensato, que al monstruo del Lago Ness lo llevan buscando media vida y tampoco pasó nada.
Sostienen que volvió a salir al día siguiente, a marcar territorio, a recordar a los jiennenses que estos son sus dominios y las alforjas de euros que se le deben para que se muestre dinámico. Aseguran que algunas ofrendas más habrá que hacerle para poder contar con su gracioso discurrir.
Hay quienes aún confían en domesticar a la criatura por el bien de la ciudad. Otros tantos, abominan del engendro y, a modo de advertencia, maldicen directamente: “Así revientes como el tranvía de Jaén”.
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