Las dos orillas
José Joaquín León
Plataforma para las sillas
Confabulario
En noviembre, dos andaluces, la señora Montero y el señor Celis, van a venir a explicarnos que sobrefinanciar a Cataluña, en detrimento de otras regiones, es chachi, guay y supersocialista. La señora Montero ya ha declarado que esta no distribución de los recursos se debe a una “legítima aspiración de autogobierno”. Justificación idéntica a la del liberalismo clásico, cuando decía, contra la voluntad recaudatoria del Estado, que nadie mejor que uno mismo para gestionar su peculio. Esto es también lo que arguye, equivocada y astutamente, la señora Montero. Con una salvedad. La señora Montero no se refiere a los ciudadanos –que sí tributan proporcional y progresivamente, como corresponde a un Estado social y de derecho–, sino que hace alusión a los territorios, aciaga novedad que introduce Fichte para conformar uno de los ideales políticos más desafortunados e inhóspitos del mundo contemporáneo: el nacionalismo.
No sabemos si en el PSOE de Andalucía, con la salvedad de doña Susana Díaz, alguien va a tener el coraje de mantener lo único que justifica su existencia: la defensa de la igualdad y la atención al desfavorecido. Como digo, el liberalismo clásico promovía la “legítima aspiración de autogobierno” de los caudales propios, contra la injerencia del Estado; mientras que la izquierda propondrá al Estado como mediador óptimo de dichas riquezas, redistribuidas a través de su acción. Lo que hace Fichte –y su avezada alumna, doña María Jesús Montero–, es sustituir al individuo, minúsculo y prescindible, por la entidad eterna y superior de la nación, de modo que ahí tenemos a la ministra de Hacienda, atendiendo, no a las desigualdades del español, mísero e irrelevante, sino escuchado, entre la bruma de los siglos, la voz telúrica de la patria catalana, que le recuerda la superioridad de los pueblos elegidos.
La señora Le Pen y el señor Orban deben observar, entre la perplejidad y la envidia, qué se entiende en España por socialismo. Parece que en la Alemania del Este, patria de Fichte, también han adoptado este mismo discurso pronacionalista, en su variedad pro-Putin. Ya escribió don Jordi Pujol que el andaluz era un hombre “poco hecho”, que “vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual”. De ahí, quizá, que la señora Montero no se fie de dejarnos a solas con el dinero público que nos corresponde. Y no le falta razón. Es mejor que nos lo administre el señor Pujol, dada su probada pericia como ahorrador “muy hecho”.
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