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Una lectura rápida invitaría a pensar que el presidente andaluz ha visto tantos nubarrones en el horizonte, que ha cambiado a la mitad de su cuadrilla. Juanma Moreno ha puesto las pilas a su Gobierno porque no quiere confianzas, a riesgo de comprometer su discurso triunfalista. Tres han sido los consejeros damnificados con su profunda remodelación de la Junta: Catalina García, Arturo Bernal y Ramón Fernández-Pacheco. A la primera, los cobistas y hasta los finos analistas creían que no se atrevería a relevarla en Salud para no quedarse sin red, pero Moreno ha atendido a las críticas de usuarios y profesionales y al enorme desgaste al que se vio sometida. A Bernal le ha pedido que se centre en los desafíos que sobrevuelan al turismo y que se olvide de Cultura, una Consejería que ha estado salpicada por la polémica desde que asumió las riendas. Este movimiento ha permitido a Patricia del Pozo cumplir su íntimo deseo de recuperar esta parcela y dejar atrás la pesada carga de una macroconsejería como es Educación. “Ahora le parecerá que está repartiendo caramelos en una cabalgata”, deslizaba un compañero del PP. A Fernández-Pacheco, al que muchos veían como delfín del presidente, le ha confirmado en Agricultura. El reto no es menor, pero al dejar la portavocía del Gobierno en favor de Carolina España, y Medio Ambiente en manos de García, da la sensación de que ha visto frenada su progresión, aunque el almeriense en paralelo haya visto reforzado su liderazgo en el partido. Antonio Sanz cede algunas competencias menores y no será portavoz como se llegó a especular, pero mantiene Presidencia. A la vista de que el debate de la financiación autonómica será mucho más bronco tras la cesión de Pedro Sánchez al chantaje independentista, Moreno apuesta por un perfil más duro como el de la consejera de Hacienda. El presidente de la Junta entiende que la portavocía requiere más garra que nunca y confía en el ímpetu y la determinación de Carolina España para marcar a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Al recurrir a profesionales independientes como Rocío Hernández y Carmen Castillo para impulsar Salud y Educación, Moreno no sólo admite que las cosas no funcionan –lo fácil habría sido mirar a otro lado– sino que queda expuesto en su afán por atajar los problemas. El tiempo dirá si acierta con los perfiles más técnicos para dirigir los pilares de su gobierno o si necesitaba más bien a políticos con liderazgo y mano izquierda. Ni los más íntimos imaginaron una renovación de tanto calado. Eso sí, no ha dejado a nadie tirado pese a que la reforma afecta a la mitad de su Ejecutivo con unas medidas de gracia que no todo el mundo entiende. Lo único que le ha sobrado a Moreno tras estos meses de cábalas que ha puesto de los nervios a su equipo es anunciar los cambios desde un plasma con una puesta en escena cargada de tensión e incertidumbre, para demostrar lo que nadie cuestiona: su autoridad.
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