
La ciudad y los días
Carlos Colón
Los hermanos Singer
El pasado 27 de enero se celebró, un año más desde su creación por las Naciones Unidas, el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. En esta última ocasión, con peculiar solemnidad al solaparse con el octogésimo aniversario de la liberación de los supervivientes de Auschwitz por la dudosamente libertadora infantería soviética.
Efeméride que ha servido de excusa para congregar en ese rincón de Polonia a una amplia representación de figuras egregias, como el rey Felipe acompañado de su esposa Letizia. Un acto tan emotivo para los ancianos testigos que acudieron como útil para quienes desde los ámbitos del poder y la comunicación de masas llevan décadas echando mano al recurso del horror que inspira el nombre alemán de esa localidad polaca, para defender sus intereses. Esta vez con especial hincapié en la justificación histórica del Estado israelí –cuestionado en un momento en el que sus políticas agresivas están más que nunca en entredicho– y en la condena de los emergentes populismos de derecha mediante su comparación abusiva con el nacionalsocialismo.
Toda esta demagogia, que alcanza su paroxismo en comentarios como los emitidos en una tertulia de la televisión pública acerca del “nuevo régimen neofascista de Trump”, contrasta con la seriedad con la que una de las más brillantes mentes de origen hebreo de la centuria anterior se enfrentó a la problemática de aquella tragedia colectiva.
Nos referimos al tratamiento otorgado a este asunto en Eichmann en Jerusalén por Hannah Arendt, la filósofa alemana, nacida en el seno de un hogar judío no practicante y que desarrolló su producción intelectual de madurez en los Estados Unidos tras su forzada emigración.
Libro publicado en 1963 que va mucho más allá de una disección del proceso a Adolf Eichmann –oficial de las SS que desempeñó un relevante papel en la gestión material de la deportación– en esa ciudad sagrada, a la que fue conducido tras ser secuestrado en su exilio argentino.
En la obra, Arendt nos ofrece un mosaico de incómodas reflexiones que hoy serían –puestas en boca de otras personas– tachadas de revisionistas o negacionistas por los guardianes de lo correcto. Desde el señalamiento de las irregularidades de la justicia aplicada a los vencidos a la definición como “conjetura que no ha podido ser comprobada” de la estimación de víctimas del genocidio más comúnmente repetida, pasando por la constatación del antisemitismo compartido por el Reich con algunos de sus enemigos, la complicidad activa de parte de la comunidad judía con sus verdugos o los planteamientos coincidentes entre círculos sionistas y nacionalsocialistas contra la asimilación de los judíos en la sociedad germana y la conveniencia de su salida del espacio europeo.
En definitiva, un clásico imprescindible, recomendable para aquellos que deseen profundizar en uno de los episodios más terribles que han conocido las últimas generaciones, sin contaminación de palabrería propagandística.
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