Hijos de la pandemia o la generación Bluey

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Un bebé recién nacido, una vez decretado el estado de alarma.
Un bebé recién nacido, una vez decretado el estado de alarma.

16 de marzo 2025 - 12:01

Hoy se levantan negociando un episodio de dibujos animados más de la tropa perruna de moda o repasando sus cartas de Pokémon, con el torbellino militante y feliz de los cinco años. En aquellos días de marzo de 2020, sin embargo, tocaron a las puertas de un mundo gris, en el que la sonrisa iba tapada, las calles estaban atestadas de miedo y los abrazos estaban prohibidos.

Nacieron en plantas silenciosas, rodeados de un temor que se percibía y contagiaba en cada mirada. El miedo en los hospitales campaba a sus anchas desde la recepción hasta la última planta. Estaba declarado el estado de alarma, eufemismo del sinvivir que vendría. A aquellos sanitarios desbordados se les recetó una dosis diaria de aplauso, porque estaban con lo justo en una batalla que ya se percibía desigual.

Ajenos a su contexto, esta generación de pandemia llevó una esperanza extraña a quienes los esperaban desde la lejanía. Unas escasas habitaciones donde el llanto daba una oportunidad a la alegría. Ese era el duro contraste con el resto de las plantas del hospital donde se cerraban ya solitarias despedidas. Ni un Materno Infantil era un lugar seguro. En el regazo de sus padres eran una feliz anomalía de lo que se denominó la maldita distancia social.

No había sonoras enhorabuenas, nadie buscaba parecidos, ni risas, ni achuchones, no había séquito familiar de apoyo. Si acaso, en los días venideros, alguna mirada furtiva en un callejón y a través del cristal de un coche.

Sólo quedó la celebración íntima por el pequeño milagro. Se emitieron bonos de besos y abrazos para pagar al portador a la espera de la tregua y creímos, ingenuos, que de allí saldríamos mejor y más fuertes.

Serán ellos, esta generación Bluey, la que valore cómo aprovechamos las segundas oportunidades, cómo actúo una sociedad primeriza en contratiempos (vaya por delante que el contraste con las anteriores nos deja en pésima posición) y cómo les hemos dejado una sanidad por la que nos conjuramos de boquilla.

Valga este texto para recordarnos y recordarles cómo fueron aquellos días, difusos para algunos, pero que quedaron grabados para muchas familias para bien y para mal. Habrá que recordarle al Andrés de turno, las condiciones en las que hicieron su trabajo Silvia y Alberto para que él naciera feliz y ajeno al miedo.

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