Vía Augusta
Alberto Grimaldi
¿Hasta cuándo?
LA derrota fue concluyente: a falta de un proyecto de ley de Presupuestos, la derogación de los decretos –y singularmente el ómnibus– con los que trataba de suplir el incumplimiento flagrante de la Constitución –artículo 134.3– es la demostración palmaria de que está agotada esta legislatura inviable. No va más, por más que el tahúr que reventó todos los principios y usos democráticos para impedir la alternancia política tras perder las elecciones de julio de 2023 siga siendo el legítimo presidente del Gobierno.
El empeño imposible de gobernar con una mayoría incompatible en términos ideológicos se basa en dos premisas: el engaño y la corrupción política: ni era verdad aquel “somos más” gritado en Ferraz en la noche electoral y sólo intercambiando votos por impunidad penal sumó la mayoría absoluta necesaria para ser investido.
Pero incluso antes de que le votase en noviembre de 2023 para mantener el poder, Junts –un partido de la derecha xenófoba nacionalista catalana– dejó claro que el pacto no era de legislatura y que le harían “mear sangre” para sacar adelante cada asunto.
Pedro Sánchez lleva año y medio huyendo a la desesperada del rechazo que produce en la mayoría de los españoles: desde mayo de 2023. Si sigue en La Moncloa es porque el caprichoso resultado electoral del siguiente julio situó en el papel de chantajista al prófugo de la Justicia que tiene maniatado al Gobierno del Reino de España.
Preside un Ejecutivo que incumple con la obligación constitucional de votar un Presupuesto porque no tiene apoyos para aprobarlo. En términos políticos es, de facto, lo que ocurrió el miércoles, con el añadido de un correctivo a la chulería de incluir un batiburrillo de medidas en un decreto ónmibus sin negociar nada. La trampa para atraer a todos los partidos y salvar un año entero de legislatura acabó por atrapar al Gobierno de coalición. La soberbia es tal que ni siquiera ha reaccionado asegurando que separará las medidas que sí votarían PP y Junts –actualización de las pensiones, bonificación del transporte público y las ayudas a la dana– en un decreto para no perjudicar más a la población que sufre su errática gobernanza. Antes al contrario, insiste en el engaño al culpar a quienes le derrotaron.
En su partido –en privado– y también sus socios asumen que la legislatura inviable está agotada. Sólo queda saber hasta cuándo aguantará Sánchez: se aferra a lo que considera su mayor activo político: resistir. Seguro que le pesan las causas por corrupción que cercan a su entorno: su interés personal. Es también lo que impulsa su deriva iliberal, a costa de dañar a España y al propio PSOE.
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